La selección le ganó 4 a 0 el amistoso a México con una gran actuación de Lautaro Martínez, autor de tres goles.

De un lado Martino, del otro Scaloni. De un lado el técnico experimentado, del otro el que hace sus primeras armas como DT nada menos que en la selección. De un lado un equipo que traía un invicto con Martino de 11 partidos, del otro un equipo que busca su identidad. De un lado México, del otro Argentina.

45 minutos alcanzaron para liquidar el partido. México con su juego de tenencia, Argentina tratando de cerrar todos los caminos con mucho tesón y despliegue para salir rápido buscando a su único delantero: Lautaro Martínez. Pero cuando ese delantero, del cual ya conocemos sus condiciones, se encuentra encendido, no hay planificación que valga. Y cuando la defensa de un equipo (en este caso la de México) da tantas ventajas frente a ese delantero encendido, el final de las jugadas es siempre el mismo, con la pelota dentro del arco y el delantero festejando.

No es que el planteo de Scaloni haya sido genial y el de Martino un desastre. La diferencia estuvo en quienes los llevaron a cabo. A los 16´Lautaro abría el marcador y su cuenta personal arrancando por el centro desde tres cuartos de cancha, juntando defensores mexicanos que no atinaban a sacarle la pelota, para definir entrando al área con un zurdazo cruzado rasante al palo izquierdo de Ochoa. Solo cinco minutos más tarde, el mismo centrodelantero presiona a la dubitativa defensa, la pelota rebota en él y va hacia Palacios que con una magnífica habilitación filtrada entre lineas busca la diagonal del hombre del Inter. De primera, vuelve a definir de zurda ante la apurada salida de Ochoa. Nuevamente cruzado y rasante a su palo izquierdo. A los 32´un centro que busca a Martínez es conectado por el argentino pero pega en la mano del defensor Salcedo que salta con los brazos arriba como queriendo tapar un intento de triple de Ginóbili. Penal, que Leandro Paredes transforma en gol. A los 38´, una pelota robada dos veces por Palacios en mitad de cancha y el volante de River que la pasa rápido a Martínez. La defensa que duda, que se hace un nudo y el delantero que define, esta vez de derecha cruzada al palo derecho de Ochoa. 4 a 0. Tan simple como eso. Es que el fútbol muchas veces es más simple de lo que nos quieren hacer creer.

El segundo tiempo quedó demás. El delantero de los tres goles no salió a jugarlo. Scaloni lo reemplazó por Dybala, quizás intuyendo que también podía ser una tarde que le diera ánimo al jugador de la Juve. Pero ya todo fue distinto. Sin aflojar en el esfuerzo por cerrar los caminos, Argentina no tuvo la precisión y velocidad en las entregas y en los ataques a los espacios vacíos de la primera etapa. Y México tenía la pelota sin inquietar. Andrada siguió entonces con su costumbre de quedar con la valla en 0 de los últimos tiempos.

Quedó la buena señal para el técnico de que tiene un centrodelantero con movimientos interesantes y que mete todo lo que le tiran. En un momento en que las estrellas de otrora se apagan lentamente, es bueno que otras se vayan encendiendo con la celeste y blanca.