Estudiantes inauguró el nuevo estadio en 1 y 57, el mismo lugar donde se ubicaba la antigua cancha demolida en 2007.
Hay mucha gente. Más de 30.000 hinchas de Estudiantes se hicieron presentes en la primera de dos noches especiales de festejos y celebraciones. ¿Por qué dos? Porque con una fiesta sola no alcanzaba y muchos, demasiados, se habrían quedado afuera. El número central de la primera fue Diego Torres y el cierre de la segunda le correspondió a Los Auténticos Decadentes. A 1 y 57 llegaron, casi como en procesión, enfundados todos en camisetas a bastones rojos y blancos de distintas épocas, los hinchas de este equipo que fue construyendo una mística especial a través de epopeyas deportivas extraordinarias.
Para describir el momento, empiezo a buscar imágenes que me ayuden a interpretar lo que está pasando por el corazón de toda esa multitud. Y me detengo en él. Enfundado en una vieja camiseta de piqué grueso, con los bastones rojos algo desteñidos a fuerza de tantos lavados, tendrá cerca de ochenta años. El poco pelo canoso se resiste a mantenerse peinado y sus lentes no pueden ocultar el brillo de sus ojos. Imagino que debe haber visto al equipo de Zubeldía, capitaneado por Cacho Malbernat e integrado por el Flaco Poletti, un arquero moderno a fines de la década del 60, Aguirre Suárez, un central granítico, el Doctor Raúl Madero de pegada exquisita, Eduardo Manera, que marcaba y jugaba, Carlos Pachamé, infatigable volante central, Carlos Bilardo, el inteligente provocador que ya a esa edad sabía todo, la Bruja Verón, puntero izquierdo de una habilidad extraordinaria y gran capacidad goleadora, el Bocha Flores, que era quien hacía jugar a todos, Conigliaro, Ribaudo, Medina, Togneri, el “Bambi” Flores y todo el equipo que conquistó la primera Libertadores para el club y la Intercontinental nada menos que en Old Trafford contra el Manchester United de Bobby Charlton y George Best. Claro… ¿cómo no se le va a escapar una lágrima al volver a 1 y 57 y ver el flamante estadio, si él vio campeón a Estudiantes por televisión en blanco y negro?
A su lado camina un señor de unos 50 años, un poco más alto o simplemente más erguido porque los años todavía no se ensañaron con él. Apoya su mano izquierda suavemente sobre el hombro del señor mayor, un poco sosteniéndolo y otro poco protegiéndolo a la vez. Pienso: ¿será el hijo, el sobrino…? También con su camiseta de rigor, sus ojos brillan igual. Él debe haber visto al Estudiantes campeón del Metropolitano 1982, aquel equipo de Trobbiani, el Bocha Ponce, Alejandro Sabella, el Tata Brown, Julián Camino, Miguel Russo, Hugo Gottardi y Trama dirigido por Bilardo. Y después a la Selección consagrarse en México 86 elevando al técnico de alma Pincha a la categoría de Dios.
Una tercera figura completa la escena. No supera los 30 años, lleva puesta una camiseta de marca con una publicidad en el pecho y la espalda. Sobre su hombro derecho se posa la mano derecha del señor de 50. Va cantando las canciones de cancha mientras camina y sus ojos adquieren un brillo especial cuando mira hacia su izquierda y ve al señor de 80 que camina a su lado. ¿Será el nieto? En un momento su mano izquierda toma la mano derecha del señor mayor, imagino como tantas veces lo habrá tomado años atras el señor a él para cruzar la calle. El joven seguro que es de la generación que vio al último Estudiantes campeón de América en 2009 de la mano de la Brujita Verón, el actual presidente, el Chavo Desábato, el Chapu Braña, Mauro Boselli, Agustín Alayes, la Gata Fernández, Mariano Andújar. Sus recuerdos son frescos, porque algunos de esos jugadores continúan en el plantel, y se le deben venir a la cabeza las imágenes del viejo estadio demolido en 2007 que seguramente alcanzó a ver.
Y los tres pasan al lado mío, absortos avanzando hacia ese prodigio de la tecnología que es el nuevo estadio. Y creo que es la mejor manera de explicar de lo que yo vi la tarde/noche del sábado 9 de noviembre en la intersección de las calles 1 y 57 en La Plata. Generaciones unidas por la pasión por una camiseta. Es ahí cuando se termina de comprender que Estudiantes es una familia. Para que haya mística tiene que haber algo espiritual que se fue construyendo entre los integrantes de un equipo o entre los hinchas de un club. La mística de Estudiantes volvió a su casa. Costó mucho esfuerzo y superar muchas trabas económicas, políticas y de toda índole. Pero lo consiguió. No podía ser de otra manera.