A pesar que el Gobierno , como manifestó el presidente Alberto Fernández, veía viable continuar con los partidos de fútbol sin público por lo menos hasta que las autoridades sanitarias dieran las garantías pertinentes, la presión de los jugadores y su negativa a seguir jugando prevaleció y finalmente se suspendió el fútbol en todo el país.
La AFA no quería suspender por varias razones. Una de ellas era el contrato de televisación con TNT y FOX que, sin partidos, podían negarse a pagar lo correspondiente a los derechos. Otra, seguramente más importante, es que especialistas manifestaron lo difícil que era que se produjera un contagio dentro de un campo de juego.
Sin embargo, tanto jugadores como cuerpos técnicos de los clubes no creían en esta última aseveración y simplemente tenían miedo de ir a jugar y contagiarse. Sostenían que no solo eran los 90´de partido sino también los traslados, vestuarios compartidos, concentraciones en hoteles, etc., mientras al resto de la población se le aconsejaba el aislamiento.
¿Cómo obligar a un empleado a trabajar si se niega por temor a contagiarse de un virus que puede llevar a la muerte? La AFA estaba entre la espada y la pared. Por un lado el gobierno quería que el fútbol continuara a puertas cerradas e incluso avanzaba en la televisación gratuita de los partidos mientras durara la emergencia del Coronavirus. Por el otro los jugadores.
Hubo marchas y contramarchas. La presión de los planteles crecía y la AFA no quería ir en contra del gobierno. Por lo tanto la solución tenía que venir del Poder Ejecutivo. El lunes por la tarde el Ministro de Turismo y Deporte Matías Lammens firmó una resolución por la cual se pausaba toda actividad futbolística hasta el 31 de marzo.
Recién salió publicada ayer martes porque todavía debía completarse la primera fecha de la Copa de la Superliga con los partidos del lunes por la noche. Ya la AFA quedaba libre de responsibilidad, toda vez que acataba una orden superior, y los jugadores quedaban conformes al no sentir que arriesgaban su salud.