Delfina Pignatiello se consagró como la cara del olimpismo en nuestro país.

De los Juegos Olímpicos forman parte una gran variedad de deportes, algunos individuales y otros por equipos. Pero si uno presta atención a los programas de actividades, se puede dar cuenta que generalmente comienzan con las pruebas de pileta y, recién cuando éstas terminan, comienzan las de atletismo. Mientras tanto, en otros estadios o lugares, se juega al fútbol, básquet, voley, se navega, se rema, etc. Pero son la natación y el atletismo las disciplinas que más medallas reparten, ya que están compuestas por 34 y 48 pruebas respectivamente.

Justamente Argentina no tiene una gran tradición olímpica en ninguna de las dos. En atletismo podemos exceptuar las maratones, donde Juan Carlos Zabala y Delfo Cabrera ganaron la medalla de oro en Los Ángeles 1932 y Londres 1948, y Reinaldo Berto Gorno la de plata en Helsinsky 1952. También actuaciones como la de Luis Brunetto en salto triple durante los juegos de Paris 1924 o Noemí Simonetto en salto en largo en Londres 1948, que obtuvieron sendas medallas plateadas. Pero cinco medallas en toda la historia marcan que nuestros atletas no están en la elite mundial, y que los éxitos son esporádicos.

En natación sucede lo mismo. O un poco peor. Solo tres medallas en toda la historia. La única de oro la ganó Alberto Zorrilla en los juegos de Amsterdam 1924 en la especialidad 400 mts. libres. Jeanette Campbel fue plata en los 100 mts. libres de Berlín 1936. Y hubo que esperar a Atenas 2004 para encontrarnos con el sorprendente bronce de Georgina Bardach obtenido en los 400 mts. medley. Claro que hubo otros nadadores destacados. Luis Alberto Nicolao rompió dos veces el récord mundial de los 100 mts. estilo mariposa en 1962. Pero en Roma 1960 no se corrió esa especialidad y en Tokio 1964 llegó tarde a la prueba… por una congestión de tránsito. Ganó tres medallas de bronce en los Panamericanos, pero ninguna en los JJ. OO. (también compitió en Mexico 1968).

Por todo esto, que aparezca un atleta o nadador destacado, varón o mujer, se convierte en un hecho excepcional. Y es acá cuando irrumpe una joven nadadora de San Isidro, y con sus actuaciones y sonrisa le devuelve la esperanza al olimpismo argentino. Delfina Pignatiello tiene 19 años y mezcla simplicidad con disciplina. Parece haber nacido en una pileta. Y, si bien no “nació” de manera literal, su mamá Paula es profesora de natación y de chiquita la acostumbró al agua de la pileta del club Thames, donde era coordinadora general de la escuela. Su papá Germán también era profesor de educación física en el club, por lo que Delfina creció en un hábitat deportivo en el que privó la natación.

En el ambiente del deporte se empezó a hablar de ella en el mundial junior de 2015 en Kazán, Rusia, a pesar de no haber obtenido ninguna medalla. Los aplausos se los llevó Federico Grabich, único ganador argentino de medalla (bronce en los 100 mts. libres). En 2016 batió el récord argentino de los 800 mts. libres. Y a fuerza de disciplina y de los consejos de su entrenador Gustavo Roldán, siguió creciendo. En el campeonato mundial junior de Indianápolis 2017, fue bicampeona en los 800 y 1500 mts. y plata en 400. Esa fue la primera explosión mediática, obtención del Olimpia de Oro de ese año incluída, pero no se dejó absorver y apuntó a los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018. En 400 y 800 mts. libres consiguió dos medallas de plata que parecieron una decepción, porque era la gran esperanza de oro del equipo argentino. A pesar de que estaba enojada, en sus genes no está la posibilidad de abandonar.

Los Panamericanos de Lima 2019 fueron todas sonrisas. Tres oros en 400, 800 y 1500 mts. libres la convirtieron en la mejor nadadora de nuestra historia y la única en conseguir tres medallas doradas en unos Panamericanos. Pero ella ya apunta a los JJ.OO. de Tokio 2020, la cita cumbre. Según su entrenador Roldán, tiene un biotipo especial para rendir el máximo. Combina a la perfección flotabilidad y sensibilidad al medio acuático, dos características imprescindibles para destacarse.

Por eso, para el olimpismo argentino, el hecho de que fuera elegida abanderada de la delegación argentina para la ceremonia de cierre de los Panamericanos fue todo un símbolo. Hay una nadadora que puede darnos alegrías a nivel mundial. Es una chica sencilla de San Isidro. Con una linda familia que la contiene, la acompaña y la ayuda. Parecida al resto de las chicas de su edad, pero que se va a dormir un poco más temprano porque se levanta a las 4 a.m. para entrenar. Y que además, cuando sonríe, ilumina al país con el brillo de su sonrisa.