El controvertido campeón mundial de los pesos pesados vive una vida dominada por los altibajos.
Tyson Fury reconquistó el sábado pasado el título mundial de la categoría pesados del Consejo Mundial de Boxeo al vencer a Deontay Wilder por KOT en el 7mo. round en una pelea realizada en el MGM Grand Garden Arena de la ciudad de Paradise, Nevada, EE.UU. Pero detrás del campeón hay una historia que vale la pena conocer.
Nacido en el Reino Unido el 12 de agosto de 1988 (31 años), es un gigante de 2,06 mts. de altura y 124 kg. de peso. Sus raíces están en la ciudad de Manchester, más precisamente en su comunidad gitana, por lo que se lo conoce con el apodo de “Gipsy King” (“Rey de los gitanos”) y su récord es de 30 victorias (21 por K.O.) y un empate.
En 2015 dio la sorpresa al derrotar en Düsseldorf, Alemania, al campeón Wladimir Klitschko por decisión unánime, y quedarse con los títulos mundiales unificados Súper WBA, IBF, WBO, IBO, The Ring y Lineal. A lo mejor lo recuerdan porque, una vez conocido el fallo consagratorio, tomó el micrófono y se puso a cantar para su mujer, presente en el ring side.
Es verborrágico y pasa de ser simpático a mal educado sin estaciones previas. Enoja a todos cuando se pone a proferir insultos y también emociona cuando habla de sus miserias y adicciones. Siendo campeón, incursionó en la política intentando llegar a parlamentario y se manifestó a favor del Brexit.
Tras consagrarse campeón, su vida comenzó a desbarrancarse y cayó en un profundo pozo de alcohol y drogas. Un par de veces se tuvo que cancelar su revancha con Klitschko hasta que en octubre de 2016 se informó que Fury había dado positivo de cocaína. En una entrevista con “Rolling Stone” pidió que “alguien me mate antes de que lo haga yo por mi propia cuenta”.
Renunció a los titulos que había obtenido para rehabilitarse. Tras un duro trabajo lo logró y volvió a entrenarse en 2017. Tuvo varias peleas hasta que le llegó la oportunidad de enfrentar al campeón del WBC, Deontay Wilder, de 34 años y 2,01 mts. de altura, invicto en 43 peleas, con 41 K.O. y un empate, justamente ante Fury el 1/12/18 en Los Ángeles.
Nuevamente nadie creía en él, sin embargo se impuso por K.O.T. en el round 7 en ese duelo de gigantes, mostrando buena movilidad a pesar de su tamaño, agregándole fuerza a sus golpes (nunca se caracterizó por tener buena pegada) y demoliendo a su rival. Tyson Fury volvía a ser campeón y el titulo de los pesos pesados recobra, tal vez, su brillo perdido.
¿Que pasará de ahora en más? Ahora que el éxito le sonríe, ¿volverá Fury a caer en depresiones y en ese incontenible deseo de autodestrucción? ¿O habrá aprendido de la lección del pasado y agrandará su figura de campeón? Lo cierto es que Tyson Fury volvió, y es tiempo de que empecemos a reconocerlo como un grande, no sólo de tamaño.