En esta oportunidad, Juan despliega cada arista de ese campo como si los manejara hace décadas. Y ahà está la importancia estética de esta obra: descifrar sin apropiarse y tomar prestado sin garantÃa de devolución. Como un Robin Hood de la canción latinoamericana, Juan nos devuelve a quienes gustamos de bailar un poco de esos ritmos que siempre tuvimos y tendremos pero necesitábamos escuchar mediados por esa lengua universal y pÃcara, que vuelve a arrebatarnos el corazón.
A veces fundidos en una única canción, pero también diseminados, el pop, el reggaetón, la cumbia, el cuarteto, entre otros colores, se nos manifiestan en forma de pinceladas lúcidas que le dan a este disco una identidad difusa e inédita. Esa es la batalla de Juan Ingaramo y, hay que decirlo, prácticamente ya la ganó.