
En abril de 2025, Mercado Libre, la empresa de comercio electrónico fundada por el argentino Marcos Galperin, anunció una inversión récord de 34.000 millones de reales (aproximadamente 5.800 millones de dólares) en Brasil. Esta decisión representa un incremento del 48% respecto al año anterior y se enfoca en logística, tecnología, programas de lealtad, marketing y contratación de personal. Se prevé la creación de más de 14.000 empleos, llevando la plantilla brasileña a 50.000 trabajadores.
El anuncio se realizó en presencia del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, en un evento en São Paulo, y ratifica a Brasil como el principal mercado de la compañía, representando más del 50% de sus ingresos totales. En paralelo, la firma destinó 3.400 millones de dólares a México en 2025. En contraste, la última gran inversión en Argentina fue en septiembre de 2024, cuando se anunciaron 75 millones de dólares para un nuevo centro logístico en La Matanza.
La visita de Lula a Mercado Libre significa una buena señal para la economía de Brasil.
Resulta llamativo que una empresa cuyo CEO se ha mostrado afín al ideario liberal y ha expresado simpatía por el presidente argentino Javier Milei, elija destinar cifras multimillonarias a países gobernados por líderes con visiones políticas opuestas. La preferencia de Galperin por Milei no se ha traducido, hasta el momento, en una lluvia de inversiones locales.
El caso refuerza una verdad incómoda para los discursos rimbombantes: las empresas no invierten donde más se proclama la libertad de mercado, sino donde hay un mercado interno robusto, infraestructura funcional y condiciones predecibles para el crecimiento. Y hoy, ese lugar es Brasil.
Marcos Galperin, egresado de la Universidad de Stanford y uno de los empresarios más influyentes de la región, ha convertido a Mercado Libre en el gigante del e-commerce latinoamericano. Su pragmatismo empresarial parece ir mucho más allá de cualquier simpatía ideológica.
En el tablero regional, mientras Milei busca elogios en Wall Street y cita a Milton Friedman, Lula recibe inversiones concretas. Y eso, para una economía, vale mucho más que los aplausos.