25/04/2025 - Edición Nº808

Internacionales

Elecciones en Canadá

Canadá al borde del cambio: ¿hasta cuándo resistirá el dominio liberal?

18/04/2025 | A pocos días de los comicios del 28 de abril, el Partido Liberal se ve acorralado por un creciente malestar ciudadano. Las protestas durante la pandemia, los cuestionamientos sobre su estrategia económica y la falta de confianza en la clase política podrían poner en jaque al gobierno.



Las elecciones federales de 2025 en Canadá —anunciadas por el primer ministro Mark Carney— han encendido el debate público sobre el presente y el futuro del Partido Liberal. El legado de Justin Trudeau, junto con las decisiones de su sucesor, se encuentra bajo un escrutinio constante, pues muchos consideran que el gobierno ha tropezado en varios frentes.

En los últimos años, las críticas se han intensificado, en parte debido a las multitudinarias protestas que surgieron durante la pandemia, que se volvieron símbolo de una ciudadanía cansada de medidas impuestas desde arriba. Para muchos canadienses, la gestión federal fue contradictoria: por un lado, imponía restricciones, y por otro, no supo manejar eficazmente la reapertura económica, lo que generó descontento y desconfianza. Estos desaciertos han empañado la imagen de un gobierno que alguna vez se percibió como estable y firme. Las restricciones prolongadas, sumadas a una comunicación errática entre el gobierno central y las provincias, encendieron una mecha de desobediencia civil inédita en décadas, que pudimos ver hace poco años atrás.

En el ámbito económico, el descontento ha crecido por las políticas de gasto público que, en la percepción de muchos ciudadanos, han sido poco claras y mal coordinadas. Aunque el gobierno insiste en que sus decisiones eran necesarias para capear la tormenta global causada por la pandemia, buena parte de la población se sintió desprotegida, especialmente los sectores productivos que esperaban un plan sólido para la recuperación y generación de empleo. Los apoyos sociales, aunque bien recibidos inicialmente, no lograron sostener el tejido económico a largo plazo, y muchas pequeñas empresas cerraron sus puertas para siempre.

Además, en un contexto internacional cada vez más volátil, la falta de una estrategia coherente en política exterior ha dejado al país cada vez más irrelevante en espacios clave de decisión. La diplomacia canadiense, antaño celebrada por su tono moderado y constructivo, ha sido percibida en estos años como insipida y sin rumbo.

Mientras tanto, la oposición —que engloba tanto a formaciones conservadoras como a pequeños grupos progresistas— no pierde la oportunidad de subrayar los puntos débiles de la administración liberal. También destaca la falta de consensos con las provincias y cuestiona la transparencia de un gobierno que, para muchos, parece haber perdido el rumbo desde hace tiempo. Ni con Justin Trudeau ni con Carney se ha logrado reconstruir una narrativa sólida de liderazgo. Esta pugna política se ha traducido en un mayor grado de polarización, dejando en el aire la pregunta de si los liberales serán capaces de recuperar la iniciativa antes de los comicios.

Un factor externo que podría alterar el escenario es la reciente declaración burlista de Donald Trump, quien se refirió a Canadá como "el estado número 51". Ese comentario ha reactivado el sentimiento nacionalista, lo que podría jugar a favor del Partido Liberal al movilizar a su base. Sin embargo, también ha encendido alertas en las filas conservadoras, lideradas por Pierre Poilievre, que buscan evitar que el debate gire hacia temas simbólicos que opaquen los cuestionamientos concretos sobre la gestión del actual gobierno.


Momento de la renuncia de Justin Trudeau como primer ministro de Canadá. 

Con el reloj avanzando hacia la elección, el electorado canadiense observa con detenimiento cada paso del gobierno. Las encuestas revelan un creciente hartazgo y escepticismo, algo que podría traducirse en un voto de castigo para el Partido Liberal. Al mismo tiempo, los partidos opositores intentan presentarse como una alternativa creíble, prometiendo un cambio radical en la manera de gobernar. Sin embargo, aún no está claro quién logrará captar ese descontento generalizado y traducirlo en un proyecto sólido, más allá de la crítica al status quo.

A diferencia de la posición confortable de la que gozaba el Partido Liberal en el pasado, hoy enfrenta un clima político plagado de tensiones e incertidumbre. Las elecciones se perfilan como un punto de inflexión: si el gobierno no logra encauzar las críticas y recuperar la fe ciudadana, es muy posible que surja un nuevo liderazgo dispuesto a marcar distancia del proyecto liberal. Lo que está en juego no es solo un cambio de partido en el poder, sino un reajuste en la forma de hacer política en Canadá.