
La Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que se celebró recientemente, terminó envuelta en una controversia diplomática luego de que la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, anunciara la aprobación de una declaración supuestamente consensuada. Sin embargo, tanto Argentina como Paraguay denunciaron que no había habido acuerdo y que sus objeciones fueron ignoradas, lo que representa, según ambos países, una clara violación del principio de consenso que rige el funcionamiento de la CELAC.
La cancillería argentina emitió un comunicado en el que expresó su "enérgico rechazo" al procedimiento adoptado y exigieron el respeto a las reglas internas del foro. De manera similar, el gobierno de Paraguay manifestó su descontento a través de su ministerio de relaciones exteriores, asegurando que nunca había dado su consentimiento para la declaración final que fue presentada como un acuerdo unánime.
Este incidente pone de manifiesto las tensiones crecientes entre algunos gobiernos de la región, especialmente entre aquellos que promueven una integración regional con matices ideológicos, frente a otros que defienden un enfoque basado en el respeto institucional y la pluralidad. La presidenta hondureña, quien asume una postura cercana a los gobiernos de izquierda de la región y particularmente al chavismo, quedó en el centro de las críticas por lo que fue percibido como un intento unilateral de imponer una agenda.
Aunque no es la primera vez que surgen tensiones dentro de la CELAC, este caso destaca por la forma abrupta en que se quebró el principio básico del consenso. El incidente deja un sabor amargo en la región y abre interrogantes sobre la efectividad y la credibilidad de los foros multilaterales cuando se subordinan a lógicas unilaterales.
Asimismo, destaca la reciente visita del presidente argentino Javier Milei a Paraguay, que posterior a este incidente adquirió especial relevancia. Según informaron de fuentes oficiales de ambos gobiernos, el encuentro sirvió para reafirmar los lazos bilaterales y destacar puntos de coincidencia ideológica entre ambos mandatarios, centrados en la defensa de la libertad económica, el respeto a la soberanía y la cooperación regional. Aunque la situación en la CELAC no fue mencionada de forma explícita, la coincidencia de ambos países en exigir mayor respeto institucional refuerza su alineamiento ante las crecientes tensiones regionales.
La CELAC vuelve a enfrentarse a una prueba de legitimidad. Si no se respeta el principio de consenso, cualquier intento de integración carecerá de sustento real. Sin reglas claras y respeto mutuo, no hay integración posible, solo discursos vacíos.