
En un momento en que las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China amenazan con redefinir el equilibrio geopolítico mundial, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, aterrizó en Pekín con la intención de fortalecer los lazos bilaterales con el gigante asiático. En su encuentro con el presidente Xi Jinping, Sánchez afirmó que España ve a China como un socio estratégico de la Unión Europea y llamó a no permitir que las tensiones comerciales se interpongan en el desarrollo de las relaciones multilaterales.
En el ámbito doméstico, la oposición también cuestionó la conveniencia del viaje y el carácter de la relación que el Ejecutivo está cultivando con Pekín. Críticos de la visita sostienen que la estrategia exterior del presidente carece de una visión a largo plazo y se mueve más por la urgencia política que por una doctrina clara de interés nacional. También señalaron la contradicción de estrechar lazos con un país cuya política de derechos humanos ha sido ampliamente criticada por la propia Unión Europea.
No obstante, Pedro Sánchez defendió su postura apelando a la necesidad de diversificar alianzas y evitar una subordinación estratégica a ningún bloque. En un mundo cada vez más multipolar, explicó, España no puede permitirse el lujo de renunciar a espacios de influencia y cooperación que pueden beneficiar su economía y su protagonismo internacional.
Durante su visita, se firmaron varios acuerdos en sectores clave como ciencia, educación, cultura e innovación. También se avanzó en la facilitación de exportaciones agrícolas españolas al mercado chino, destacando productos como carne de cerdo y cerezas, lo cual fue celebrado por el sector agroalimentario.
Pero más allá de los acuerdos concretos, lo que está en juego es el lugar que España busca ocupar en la escena internacional. Sánchez se presenta como un líder dispuesto a apostar por el multilateralismo y a tender puentes incluso cuando el contexto internacional parece exigir definiciones más tajantes. Esa postura, sin embargo, lo ubica en una delgada línea entre el pragmatismo diplomático y la ambigüedad estratégica.
📽️🚨Así es como el Partido Comunista Chino ataca la dignidad y la libertad del ser humano mientras aumenta su influencia en España.
— Fundación Disenso (@FDisenso) April 11, 2025
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Mientras algunos interpretan esta jugada como una muestra de iniciativa y capacidad de gestión, otros sugieren que la visita a Pekín responde más a un oportunismo calculado que a una estrategia de Estado claramente definida. En su afán por proyectar una imagen de liderazgo internacional, Sánchez podría estar comprometiendo la claridad de las señales que España emite a sus aliados tradicionales. Al apostar por una aproximación ambigua frente a un actor geopolítico tan controvertido como China, el presidente camina por una línea fina entre la audacia y la provocación. Lo que para algunos es pragmatismo, para otros no es más que una maniobra de desgaste que alimenta la incertidumbre en momentos que exigen coherencia.