
El primer ministro armenio, Nikol Pashinián, ha anunciado oficialmente la intención de eliminar de la Constitución las referencias a la Declaración de Independencia de 1990, documento que ha sido la base ideológica de las reclamaciones sobre Nagorno-Karabaj. Esta medida responde a una exigencia clave de Azerbaiyán para avanzar en la firma de un tratado de paz definitivo.
Durante años, Azerbaiyán ha insistido en que cualquier mención, directa o indirecta, a Nagorno-Karabaj en la legislación armenia constituye un obstáculo para la normalización de relaciones. Aunque el texto constitucional vigente no menciona explícitamente la anexión de Karabaj, la referencia a la Declaración de 1990 ha sido interpretada como una reivindicación territorial. Pashinián ha ordenado la redacción de una nueva Constitución que será sometida a referéndum, posiblemente en mayo de 2026.
Resulta irónico que Armenia, que ha defendido durante décadas el derecho a la autodeterminación de los armenios de Karabaj, ahora deba consultar a su población sobre la eliminación de dichas aspiraciones de su Constitución. Esta paradoja refleja las complejidades de la política interna armenia y la presión internacional para resolver un conflicto que ha perdurado desde la disolución de la URSS.
A pesar de la voluntad política expresada por Pashinián, la oposición interna, liderada por figuras como Robert Kocharián, busca deslegitimar al gobierno actual y podría influir en el resultado del referéndum. Las encuestas sugieren una disminución en el apoyo al partido gobernante, lo que añade incertidumbre al proceso de reforma constitucional.
Israel, que ha mantenido relaciones estratégicas con Azerbaiyán, observa con atención estos desarrollos. La estabilidad en el Cáucaso es de interés para Jerusalén, especialmente considerando las tensiones con Irán y la importancia de las rutas energéticas que atraviesan la región. Una resolución pacífica del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán podría fortalecer los lazos entre Israel y sus aliados en el área.
La decisión de Armenia de reformar su Constitución representa un paso significativo hacia la resolución de uno de los conflictos más prolongados del espacio postsoviético. Sin embargo, el éxito de este proceso dependerá de la capacidaisrad del gobierno armenio para superar las divisiones internas y de la disposición de ambas partes para comprometerse con una paz duradera.