
La victoria de Donald Trump en las elecciones de 2024 ha provocado un reacomodamiento rápido y evidente en la estrategia del Banco Mundial. Aunque la institución no ha abandonado formalmente su agenda climática, los discursos, prioridades y vocabularios han comenzado a mutar. Ahora se habla más de "resiliencia" que de "descarbonización", y los proyectos con enfoque ecológico están siendo rebautizados para ajustarse a un lenguaje más neutro y menos confrontativo con la Casa Blanca.
Ajay Banga, presidente del organismo y originalmente impulsado por la propia administración Biden, ha tenido que adaptarse con rapidez. Su discurso se ha vuelto pragmático, enfocado en objetivos como el crecimiento económico, la eficiencia y la competitividad. Palabras que resuenan más con el ideario empresarial de Trump que con el multilateralismo ambiental de los últimos años.
Este giro no es menor. Estados Unidos sigue siendo el principal financiador del Banco Mundial, y su gobierno tiene una voz determinante en las decisiones clave. Desde la llegada de Trump al poder, el mensaje ha sido claro: menos activismo verde, más foco en el desarrollo clásico. En la práctica, esto significa un descenso en la prioridad de proyectos vinculados exclusivamente al cambio climático y una reevaluación de programas que habían sido fundamentales durante la administración anterior.
El impacto se percibe también en el modo en que el Banco Mundial se comunica. Se ha reducido el énfasis en términos como "emergencia climática" y "transición verde", mientras crecen las referencias a la seguridad alimentaria, la infraestructura y la productividad como pilares del desarrollo. No es que el clima haya desaparecido de la agenda, pero ha sido reubicado en un lugar menos central, probablemente para evitar enfrentamientos con Washington.
Este nuevo equilibrio refleja una tensión más amplia: hasta qué punto las instituciones internacionales pueden mantenerse independientes cuando los donantes más poderosos definen el tono y el contenido de su agenda. El Banco Mundial camina por una cuerda floja, buscando mantener su legitimidad global sin contradecir a quien hoy dicta las reglas desde el Despacho Oval.
El caso también expone cómo el cambio de liderazgo en Estados Unidos tiene consecuencias inmediatas sobre la narrativa global en temas tan cruciales como el clima. En un mundo polarizado, la visión de Trump sobre el desarrollo comienza a resonar no solo dentro del país, sino también en los pasillos de las grandes instituciones financieras que durante décadas fueron bastiones del consenso ambiental internacional.