25/04/2025 - Edición Nº808

Internacionales

Se sacude el derecho internacional

La paz según Trump: un “trueque territorial” que reconfigura el orden global

25/04/2025 | El plan informal de paz presentado en París legitima la ocupación rusa de territorios ucranianos a cambio de garantías de seguridad. Su aceptación pondría en riesgo principios fundamentales del orden internacional y generaría consecuencias más allá de Europa.



En un giro tan audaz como polémico, un supuesto plan de paz elaborado por emisarios del expresidente Donald Trump fue presentado en París, proponiendo una partición de facto de Ucrania para detener la guerra con Rusia. La propuesta incluiría el reconocimiento estadounidense de la soberanía rusa sobre Crimea y partes de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, a cambio de garantías de seguridad y compensaciones para Kiev. Lo que a primera vista se presenta como una vía pragmática para acabar con el conflicto, revela sin embargo profundas fracturas en el orden internacional surgido tras la Segunda Guerra Mundial y reabre heridas no cerradas desde la Guerra Fría.

El fin de la era del no reconocimiento

Desde la anexión de Crimea en 2014, Occidente ha basado su postura en el principio de la no adquisición de territorio por la fuerza, una piedra angular del derecho internacional. Romper con este principio —como lo haría esta propuesta al legalizar el control ruso sobre territorios ucranianos— significaría consagrar un precedente que otras potencias autoritarias podrían invocar, desde China en el mar de la China Meridional hasta Turquía en el norte de Siria.

Aceptar esta lógica equivaldría a renunciar a décadas de diplomacia basada en reglas y abrir la puerta a una geopolítica de la fuerza: el retorno a una lógica de spheres of influence que Occidente creía haber superado tras el colapso del bloque soviético.

Ucrania como moneda de cambio

El plan de Trump no solo impone costos a Ucrania en términos territoriales. También la fuerza a adoptar una neutralidad militar forzada, excluyéndola de la OTAN, y la convierte en una pieza estratégica más en un tablero donde las grandes potencias negocian sobre su soberanía. El ofrecimiento de compensaciones económicas y reconstrucción parece responder más a una lógica transaccional —marca registrada del trumpismo— que a una visión estratégica de largo plazo sobre el papel de Ucrania en Europa.

La propuesta también incluye la eliminación de sanciones contra Rusia y el relanzamiento de la cooperación energética con EE.UU., revelando un giro hacia una política exterior centrada en los intereses económicos y no en principios democráticos. No es casual: esta visión refleja un trumpismo que apuesta por una desideologización de las relaciones internacionales y un “America First” que tolera autocracias si estas sirven a los intereses estadounidenses.

Repercusiones globales: ¿el fin de la credibilidad occidental?

Las repercusiones de este plan van más allá de Europa del Este. Si Ucrania —un país que apostó por la integración occidental y sacrificó mucho por ella— es forzada a ceder soberanía, ¿qué mensaje recibirán países como Taiwán, Moldavia o Georgia? ¿Podrán seguir confiando en las garantías de seguridad ofrecidas por EE.UU. y sus aliados?

Además, la propuesta puede abrir fisuras entre Washington y sus aliados europeos. Bruselas y Kiev ya han rechazado puntos claves del plan, dejando en evidencia una falta de coordinación transatlántica y un debilitamiento de la influencia estadounidense en Europa, especialmente si Trump retorna al poder en 2025.

Una paz que podría alimentar futuras guerras

Más que un plan de paz, lo propuesto por Trump podría convertirse en una receta para la inestabilidad. No solo legitima el uso de la fuerza para alterar fronteras, sino que también socava el principio de solidaridad occidental que ha contenido hasta ahora la expansión de regímenes autoritarios. En lugar de poner fin al conflicto, podría sentar las bases de nuevos enfrentamientos al mostrar que, con suficiente presión y tiempo, la comunidad internacional cede.