
La reciente visita del presidente azerbaiyano Ilham Aliyev a China marca un punto de inflexión en la política exterior del país caucásico. Durante su encuentro con Xi Jinping en Pekín, ambas partes firmaron una declaración conjunta que eleva sus lazos al rango de asociación estratégica integral, una categoría reservada por China a sus aliados más cercanos y confiables.
El acuerdo abarca cooperación política, económica, energética, tecnológica y cultural. Según el comunicado conjunto, se trata de una alianza basada en el respeto mutuo, la no injerencia y el respaldo a la integridad territorial de cada parte. Pekín reiteró su apoyo a la soberanía de Azerbaiyán, incluyendo su control sobre Karabaj, mientras que Bakú reafirmó su adhesión a la política de Una Sola China.
Desde el punto de vista azerbaiyano, esta alianza representa un movimiento estratégico para ampliar márgenes de autonomía en un entorno geopolítico cada vez más fragmentado. Aliyev ha buscado en los últimos años posicionarse como un socio equilibrado entre Rusia, Turquía, Irán, la UE y ahora también China, consolidando su rol como punto de conexión en el corredor medio de la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
President Xi Jinping held talks with Azerbaijani President Ilham Aliyev @presidentaz.
— Mao Ning 毛宁 (@SpoxCHN_MaoNing) April 23, 2025
The two Presidents announced the establishment of a comprehensive strategic partnership between China and Azerbaijan.
President Xi noted that tariff and trade wars harm the legitimate rights… pic.twitter.com/PByT7x4REp
Para China, Azerbaiyán ofrece una plataforma segura en el sur del Cáucaso, con acceso energético, estabilidad institucional y vínculos pragmáticos con múltiples actores regionales. La portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Mao Ning, afirmó que esta visita abre una “nueva etapa de relaciones bilaterales de alto nivel”, que contribuirá a la conectividad euroasiática y al desarrollo compartido.
El paso dado por Bakú también puede interpretarse como una señal hacia Occidente: el alineamiento automático con las potencias occidentales ya no es la única opción para las naciones del espacio postsoviético. En este contexto, el eje Pekín-Bakú representa un caso de pragmatismo estratégico, donde la multipolaridad no es una consigna, sino una práctica concreta.
La alianza estratégica firmada en Pekín es más que una foto diplomática: es un mensaje geopolítico que consolida a Azerbaiyán como un jugador autónomo en el tablero euroasiático y refuerza la influencia china en una región tradicionalmente disputada por Moscú y Washington.