
Volodímir Zelenski se ha convertido en un símbolo global de resistencia frente a la invasión rusa, pero dentro de Ucrania crecen las tensiones por su negativa a convocar elecciones presidenciales. Aunque la Constitución ucraniana permite limitar ciertos derechos durante la ley marcial, la postergación indefinida de los comicios ha despertado críticas tanto desde sectores opositores como de analistas internacionales que advierten sobre una concentración prolongada del poder.
La decisión se fundamenta en razones de seguridad: realizar elecciones en pleno conflicto armado, bajo ataques constantes y con millones de ciudadanos desplazados, sería, según el gobierno, impracticable y riesgoso. Sin embargo, este argumento convive con contradicciones visibles. Ucrania exige el apoyo internacional en nombre de la democracia, pero limita su ejercicio dentro del país. Además, algunos países europeos ya han realizado comicios en contextos de guerra o emergencia.
La directora de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, Tulsi Gabbard, dice que las elecciones están canceladas en Ucrania, los partidos políticos están prohibidos, las iglesias cerradas, la oposición política silenciada y el gobierno tiene control total de los medios de… pic.twitter.com/AI3MXnSVqs
— Wall Street Wolverine (@wallstwolverine) March 3, 2025
El propio Zelenski había declarado en agosto de 2023 que estaba dispuesto a celebrar elecciones si Estados Unidos y la Unión Europea financiaban el proceso y garantizaban la logística. Esa postura se diluyó con el tiempo, y hoy el discurso oficial se centra exclusivamente en las limitaciones operativas. La oposición denuncia que no existe una hoja de ruta clara para restaurar el calendario democrático, y se teme que esta prolongación sin plazos concretos debilite el capital simbólico que Ucrania ha construido frente a Occidente.
En paralelo, el desgaste de la guerra y la dificultad de avanzar en el frente oriental también han minado la popularidad del presidente, cuya imagen era casi intocable durante los primeros meses del conflicto. A eso se suma el temor de que cualquier señal de disenso interno sea interpretada como una traición en un momento de amenaza existencial.
La defensa de la democracia no puede disociarse de su ejercicio efectivo. Mientras Ucrania siga posponiendo su regreso al proceso electoral, persistirán las dudas sobre la coherencia entre su relato exterior y su dinámica política interna. La guerra puede justificar excepciones, pero no puede volverse un pretexto permanente para la suspensión de derechos fundamentales.