11/05/2025 - Edición Nº824

Internacionales

Alemania etiqueta a su disidencia

AfD bajo vigilancia: ¿defensa de la democracia o persecución política?

03/05/2025 | El servicio de inteligencia alemán ha clasificado a Alternativa para Alemania como organización extremista. El caso abre el debate sobre la libertad política.



En una decisión sin precedentes recientes, la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV), el servicio de inteligencia interno de Alemania, ha clasificado oficialmente al partido Alternativa para Alemania (AfD) como un grupo extremista de derecha. La medida no solo generó controversia, sino que también reabrió interrogantes sobre los márgenes reales del pluralismo en las democracias europeas.

Las autoridades justifican la decisión alegando que el partido representa una amenaza para el orden democrático. El nuevo estatus permite el uso de herramientas de vigilancia intensiva, como escuchas telefónicas y seguimiento de sus integrantes. El anuncio fue respaldado por varios sectores políticos y medios de comunicación alineados con una visión progresista, que acusan a AfD de fomentar discursos de odio y de mantener lazos con grupos identitarios.

Sin embargo, la medida ha despertado fuertes cuestionamientos. Entre quienes expresaron su preocupación se encuentra el actual secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, quien consideró que etiquetar a un partido legal y parlamentario como extremista puede debilitar la credibilidad democrática de una nación. AfD cuenta con representación en el Bundestag, crecimiento sostenido a nivel regional y respaldo de millones de votantes. La clasificación, afirman algunos observadores, no solo afecta al partido, sino también a la legitimidad del sufragio que lo respalda.

Claramente, el problema no está en las posturas de AfD —cuestionables o no—, sino en el precedente que sienta esta decisión: el uso del aparato estatal para definir qué discurso político es aceptable. Si un gobierno puede marginar a una fuerza opositora bajo criterios ideológicos, ¿qué garantías existen de que no lo haga con otras voces incómodas en el futuro?

El contexto europeo actual está marcado por tensiones sociales, desafíos migratorios, crisis de identidad y fatiga institucional. Pretender abordar esas tensiones suprimiendo el disenso podría agravar el malestar ciudadano en lugar de resolverlo. La respuesta a los populismos no debería ser la censura, sino más democracia, más debate y más rendición de cuentas.

Lo que está en juego no es solamente el destino de AfD, sino el equilibrio mismo entre seguridad institucional y libertad política. La vigilancia no puede ser el camino para proteger la democracia si, en el proceso, termina vaciándola de su esencia pluralista.