04/05/2025 - Edición Nº817

Internacionales

Provocación religiosa

Trump se viste de Papa con IA: ¿provocación, estrategia o burla a la Iglesia?

03/05/2025 | El presidente de Estados Unidos generó una nueva polémica al compartir una imagen creada por inteligencia artificial en la que aparece vestido como el sumo pontífice.



Este 2 de mayo de 2025, Donald Trump publicó en su red Truth Social una imagen generada por inteligencia artificial que lo representa con atuendo papal: sotana blanca, mitra, cruz dorada y un aire de santidad impostada. La fotografía fue replicada por canales oficiales de la Casa Blanca, justo en los días previos al cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco, fallecido el 21 de abril. La acción generó inmediata repercusión global.

La imagen no fue casual. Trump, maestro del impacto mediático, introdujo un nuevo elemento en su repertorio político: la IA al servicio de la iconografía religiosa. El gesto fue considerado por medios italianos como "una burla" y por líderes católicos como "una ofensa durante el luto". El Vaticano optó por el silencio, pero no así diversos sectores eclesiásticos, que expresaron su preocupación ante la banalización de símbolos sagrados. Este uso de imágenes manipuladas con IA reabre un viejo debate: ¿dónde termina el espectáculo político y dónde comienza la manipulación simbólica?

El trasfondo religioso de Trump

Aunque Donald Trump fue confirmado en la Iglesia Presbiteriana, en 2020 se definió como cristiano no denominacional. No es un fiel devoto en términos tradicionales, pero ha sabido cultivar una imagen favorable entre los evangélicos blancos, pilar fundamental de su base electoral. En febrero de 2025, firmó una orden ejecutiva para reinstaurar la Oficina de Fe de la Casa Blanca, buscando fortalecer su alianza con sectores religiosos conservadores. Esta estrategia le ha permitido conectar con millones de votantes que perciben su figura como un baluarte de los valores tradicionales frente al avance del secularismo.

Su relación con el Vaticano ha sido distante y por momentos hostil. En 2016, el papa Francisco lo criticó por querer construir un muro en la frontera con México. "Quien piensa solo en construir muros y no en construir puentes no es cristiano", dijo el pontífice. Trump, fiel a su estilo, respondió que las declaraciones eran "vergonzosas". Desde entonces, los vínculos entre ambos mundos han sido, en el mejor de los casos, funcionales pero tensos.

La imagen papal difundida por Trump puede ser leída como una provocación directa a la institución católica. Pero también puede interpretarse como una maniobra para captar la atención religiosa en un momento de vacancia simbólica: sin Papa, con la Iglesia expectante y con una opinión pública global observando el proceso sucesorio. Trump se coloca visualmente en el centro de ese vacío de poder, como si se ofreciera —en tono de broma, pero con seriedad implícita— como una figura mesiánica alternativa.

Relación con la comunidad judía

Trump mantiene una relación ambivalente con la comunidad judía. Por un lado, su hija Ivanka se convirtió al judaísmo ortodoxo y su yerno, Jared Kushner, fue uno de sus asesores más cercanos. Durante su presidencia, trasladó la embajada estadounidense a Jerusalén y firmó los Acuerdos de Abraham, ganándose elogios de Israel y de sectores sionistas. Estas acciones reforzaron su imagen como el presidente más pro-israelí de la historia reciente de EE.UU.

Otras religiones y el pragmatismo de la fe en política

Más allá del cristianismo y el judaísmo, Trump ha tenido una relación instrumental con otras religiones. Con el islam, por ejemplo, su retórica ha sido dura, llegando a prohibir la entrada a ciudadanos de varios países musulmanes en 2017, lo que generó amplio rechazo en el mundo árabe. Al mismo tiempo, mantuvo relaciones cordiales con gobiernos como el de Arabia Saudita, mostrando que su enfoque es más geopolítico que ideológico.

Con respecto al hinduismo, durante su presidencia organizó eventos con comunidades indias en EE.UU., en especial en los estados clave para la elección. Su visita a India en 2020, donde fue recibido con pompa por el primer ministro Narendra Modi, también mostró un interés pragmático por capitalizar la diáspora india-americana.

En relación con el budismo, no hay mayores gestos, salvo por el uso instrumental de ciertas figuras asiáticas para mostrar pluralismo en contextos oficiales. En general, Trump ha entendido la religión como un vector de poder, un lenguaje simbólico que puede utilizarse según la audiencia del momento.

IA, culto a la imagen y estrategia electoral

La imagen de Trump vestido como el Papa marca un nuevo hito en el uso político de la inteligencia artificial. No solo crea una representación ficticia, sino que establece un discurso visual que refuerza su construcción mesiánica: el líder todopoderoso, bendecido, investido de autoridad suprema.

Para sus seguidores, puede verse como una señal divina, una "revelación" de que Trump está llamado a un destino providencial. Para sus críticos, es una mueca peligrosa que cruza límites simbólicos con fines personales, poniendo en jaque las fronteras entre verdad, sátira y manipulación política.

Este episodio se inscribe en una tendencia más amplia: el reemplazo del discurso político racional por el espectáculo mediático permanente. La religión, en este contexto, ya no es una doctrina, sino una escenografía. Y en esa escenografía, Trump sabe moverse mejor que nadie.

Lo que para muchos fue solo una imagen de AI se transforma, al observarse en contexto, en una acción simbólicamente densa. El Trump-Papa no solo es una provocación, es también una señal de cómo el poder, la religión y la tecnología están redefiniendo los códigos del discurso político en el siglo XXI. Que el líder de la primera potencia mundial se presente como líder espiritual (aunque sea de forma irónica) revela algo del mundo que habitamos: uno en el que la imagen vale tanto como la verdad, y la fe, más que la coherencia, puede ser una herramienta electoral más.