
Eiqan Ahmad Shams se presentó ante el público con humildad: apenas comenzando sus clases de español, pidió permiso para hablar en inglés. Su presentación, sin embargo, fue clara, directa y profundamente honesta. Como asesor de la Comunidad Ahmadía en Tierra Santa —tanto en Israel como en los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania—, Shams ofreció un relato que trasciende la retórica: habló desde la vivencia personal, desde el dolor y desde la esperanza.
Desde el comienzo, planteó una de las preguntas más urgentes del presente: ¿cómo lograr que la participación ciudadana —especialmente la de los jóvenes— se traduzca en poder político real, tanto a nivel nacional como global, en un contexto de fragmentación, polarización y violencia?
Un llamado desde Haifa: diversidad como experiencia cotidiana
Shams vive en Haifa, al norte de Israel, una ciudad en la que conviven árabes, judíos y musulmanes. Allí nació, allí estudió, allí experimentó en carne propia las dificultades, pero también las posibilidades del entendimiento. "Aprendí que construir confianza no es una teoría que se aprende, sino una habilidad que se desarrolla desde la experiencia, incluso desde los fracasos", dijo.
El contexto que describe no es menor. En su propio testimonio menciona cómo esa misma mañana, su madre lo llamó desde un refugio: Haifa estaba siendo atacada por cohetes lanzados desde Yemen. Es en ese entorno donde la necesidad de construir vínculos humanos sólidos se vuelve aún más urgente. “No podemos borrar las diferencias, debemos trabajar con ellas”, afirmó con claridad.
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— Montevideo Internacional (@IMparaelmundo) May 2, 2025
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La participación juvenil y la brecha generacional
Uno de los puntos más lúcidos de su intervención fue el análisis sobre el papel de los jóvenes. Shams subrayó que esta nueva generación no actúa por teorías: enfrenta realidades profundamente complejas. Desde guerras hasta crisis sanitarias, son una generación marcada por el vértigo y la adversidad, y por tanto, su visión del mundo es práctica, urgente y muchas veces desatendida por quienes hoy detentan el poder.
El asesor apuntó la brecha generacional con precisión, sin caer en descalificaciones. Mencionó a líderes como Donald Trump, Benjamin Netanyahu y Narendra Modi —todos mayores de 70 años— y reconoció el valor de la experiencia, pero también advirtió que la distancia entre gobernantes y gobernados jóvenes es demasiado amplia. Esa falta de comprensión genera decisiones desconectadas de la realidad cotidiana de millones de personas jóvenes.
Octubre de 2023: entre la guerra y la reconciliación
El momento más crudo del discurso llegó con su recuerdo del estallido de la guerra el 7 de octubre de 2023. Eiqan Shams habló con una honestidad que pocas veces se escucha en foros diplomáticos: tenía comunidad en Gaza y también en Israel. Conocía personas que murieron en ambos bandos: en ataques aéreos en Gaza y también como soldados israelíes.
En ese contexto desgarrador, la respuesta de su comunidad fue clara: reconstruir la confianza. El 30 de octubre de ese año, su comunidad organizó un encuentro en Haifa con 600 personas de distintas religiones y orígenes. Fue el primer paso concreto para intentar restablecer vínculos humanos básicos. Las diferencias estaban presentes —unos pedían alto el fuego, otros priorizaban la liberación de rehenes—, pero el objetivo común era encontrarse.
Una crítica a los liderazgos y a la generalización
Shams fue particularmente contundente al señalar cómo las narrativas simplificadas han erosionado la convivencia. Mencionó cómo, desde el poder, se generan discursos que etiquetan y separan: “Tú eres árabe, tú eres judío, tú eres esto”. Incluso narró que algunos líderes religiosos llegaron a decir: “Los musulmanes deben irse” o “los judíos no pertenecen aquí”.
Lejos de devolver el golpe con odio, su respuesta fue pedagógica y humanista: “¿Perdón? ¿Estás hablando de mí?”, se preguntó. Esa frase resume la urgencia de abandonar los estereotipos y construir políticas desde la realidad de quienes conviven en un mismo territorio, muchas veces atravesados por el dolor de ambos lados.
Un mensaje esperanzador, sin ingenuidad
El discurso de Eiqan Shams no fue ingenuo. Reconoce las dificultades, las tensiones, los límites. Pero también ofrece una alternativa: escuchar, involucrar y confiar en las juventudes. Su mensaje se ancla en la posibilidad de pensar la política no desde el poder vertical, sino desde el diálogo horizontal.
En un momento en el que la región vive polarizaciones crecientes y una guerra que ha dejado huellas difíciles de reparar, su intervención fue un acto de coraje. No eligió el lado fácil, no evitó los temas difíciles, pero tampoco buscó culpables unilaterales. Su énfasis estuvo en la necesidad de cooperación, respeto y experiencia compartida.
En una región donde la palabra “diálogo” suele ser usada con cinismo o desconfianza, Shams la reivindicó como práctica vivida. Lo hizo desde la honestidad de quien perdió, de quien vio el dolor en personas cercanas de distintos orígenes, y aun así elige tender puentes.
Discurso completo (traducción del original en inglés):
Muy buenos días a todos. Permítanme hablar en inglés. Acabo de comenzar mis clases de español. La próxima vez que los vea, definitivamente hablaré en español.
Mi nombre es Eiqan Ahmad Shams. Soy el asesor de la Comunidad Ahmadía en la Tierra Santa, la Tierra Santa en Shemite, en Israel, y para los Ahmadíes en los territorios palestinos en Gaza y Cisjordania.
Así que iré directo al grano. Hoy enfrentamos un serio desafío, y la pregunta es cómo la participación ciudadana se convierte en una herramienta real de poder político, tanto a nivel global como nacional. Especialmente cuando la división y la violencia desgarran nuestras comunidades, ¿cómo logramos que las voces de los jóvenes no solo sean escuchadas, sino que realmente den forma a la toma de decisiones en cada país? ¿Y cuán efectivo puede ser eso?
Estoy aquí para compartir un caso de mi región, de mi ciudad, de mi país. No estoy aquí para dar lecciones a nadie. Estoy aquí para aprender junto a ustedes, porque esto no se trata de hacer grandes promesas. Se trata de pasos prácticos para construir confianza, liderazgo, negociación y trabajo en conjunto. Y enfoquémonos en cómo esto puede llevarse a la práctica, empezando por las voces de los jóvenes.
¿Pero por qué los jóvenes? Creo que porque estamos en una era —en las últimas décadas— de crecimiento más rápido en la historia de la humanidad. Hemos enfrentado muchos desafíos: pandemias, guerras, en todas partes. Y esta nueva generación ha enfrentado desafíos que nadie antes había enfrentado. Así que no lo aplican como una teoría o una filosofía. Es una experiencia que han vivido y que ahora aplican en el mundo real.
Por ejemplo, si vamos a mi ciudad: vivo en Haifa, en el norte de Israel. En el lugar más tenso del planeta Tierra, el Medio Oriente. Todos saben lo que ocurre aquí. Cada día hay un conflicto. Esta mañana, mi madre me llamó desde un refugio porque estaban cayendo cohetes desde Yemen hacia Haifa. Así que vivimos en el lugar más tenso, y en mi ciudad, árabes, musulmanes y judíos viven juntos.
Crecí en una escuela árabe y fui a la universidad con amigos judíos. Así que aprendí desde niño que construir confianza no es una teoría que se aprende. Es una experiencia y una habilidad que debemos desarrollar por nosotros mismos, a través de los fracasos de la vida. Trabajar en medio de estas diferencias —siempre seremos diferentes—. No podemos borrar las diferencias; debemos trabajar con ellas.
Y lamentablemente, estas diferencias son creadas por quienes toman decisiones en muchos países. Por ejemplo, en mi país, en mi región, te definen así: tú eres árabe, eres así. Tú eres judío, eres así. Esa estrategia de división la escucho desde que era niño. Y cuando me pregunté cómo podemos combatir eso, entendí que es mediante la experiencia.
Recientemente, el año pasado, asistí a un bootcamp con Benedicto, que está aquí sentado, con gente de América Latina, de Europa. Cuando compartí esa plataforma con ellos y resolvimos problemas, entendí que tenemos muchas diferencias, y podríamos discutir muchas cosas, incluso en voz alta. Pero debemos encontrar ese terreno común para que sea efectivo para el futuro.
Y por eso debemos involucrar a los jóvenes líderes y a los jóvenes en general, porque ellos enfrentan problemas que quienes toman decisiones hoy no comprenden, aunque los escuchen. Por ejemplo, si miramos a los líderes actuales de la geopolítica internacional: Donald Trump, Benjamin Netanyahu, Narendra Modi, ¿qué tienen en común? Todos tienen más de 70 años. No digo que eso esté mal —la experiencia es necesaria—, pero la brecha entre quienes toman decisiones y los jóvenes no debería ser tan grande.
Los jóvenes enfrentan muchos problemas que no vemos ni reconocemos. Incluso cuando los líderes intentan comunicarse con ellos… por ejemplo, cuando Donald Trump dijo que no iba a prohibir TikTok porque quería acercarse a los jóvenes. Pero eso no es un gesto realmente relevante para la toma de decisiones juveniles.
Y eso lo viví en Israel hace dos años, cuando ocurrió el 7 de octubre y comenzó la guerra. Fue una tragedia, y el caos estalló en la región. Yo tengo comunidad en Gaza y también en Israel. Conozco personas que murieron sirviendo en las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel), y conozco personas que murieron por ataques aéreos israelíes en Gaza. En esa situación vimos que no hay confianza entre árabes y judíos, ni siquiera entre los jóvenes, ni entre los líderes.
Entonces, mi comunidad —el líder de mi comunidad— dio un gran paso el 30 de octubre, tres semanas después del inicio de la guerra. Reunió a 600 personas en Haifa —judíos, cristianos, árabes, musulmanes— de todo el país, solo para construir confianza. Ese fue el primer paso.
Había muchas opiniones. Algunos decían que debía haber un alto al fuego en Gaza y que había que detener las muertes de civiles. Otros decían que había que expandir la operación militar para recuperar a los rehenes. Incluso mi mejor amigo judío no me llamó durante muchos días después de que estalló la guerra, porque tenía incertidumbre sobre mi punto de vista.
Y eso es el resultado directo de la falta de decisiones por parte de los líderes, por no involucrar ni comprender lo que están atravesando los jóvenes. Esa es la realidad. Escuché a muchos líderes religiosos en mi país y en mi región decir cosas como: “Los musulmanes tienen que irse, hay que deshacerse de todos ellos”. Yo pensaba: “Perdón, ¿estás hablando de mí?”. Y también escuché a personas decir: “Los judíos no son de aquí, tienen que irse”.
Estos estereotipos han generado división y han hecho que generalicemos desde los liderazgos. Por eso debemos combatir eso y reconstruir la confianza, nuevamente.