
La Capilla Sixtina volverá a ser el escenario de uno de los rituales más enigmáticos y politizados del catolicismo: el cónclave para elegir a un nuevo papa. El 7 de mayo de 2025, 135 cardenales menores de 80 años quedarán encerrados, incomunicados, para votar al próximo líder de una Iglesia que atraviesa uno de sus momentos más complejos en décadas. A diferencia de otros tiempos, el clima previo al cónclave no es de unidad ni de recogimiento, sino de maniobras, incertidumbre y disputas internas.
El fallecimiento del Papa Francisco el 21 de abril no cerró su ciclo, sino que lo dejó en suspenso. Su legado sigue en disputa. Francisco cambió la geografía del poder eclesiástico, impulsó una agenda de reformas sociales, dialogó con otras religiones y promovió una visión descentralizada y pastoral. Pero también dejó heridas abiertas: resistencias entre sectores conservadores, críticas al manejo interno del Vaticano y una sensación de desorden que hoy se manifiesta con nitidez.
Este cónclave es, en muchos aspectos, un referéndum sobre su pontificado. Más del 70% de los cardenales electores fueron nombrados por él, lo que sugiere una mayoría dispuesta a continuar su camino. Pero eso no garantiza la continuidad. La Iglesia es, además de espiritual, profundamente política.
En las semanas previas al cónclave, varios medios filtraron movimientos de desgaste contra los principales "papables". El cardenal Pietro Parolin, exsecretario de Estado y uno de los hombres más cercanos a Francisco, fue blanco de rumores sobre supuestos problemas de salud, mientras que el cardenal filipino Luis Antonio Tagle enfrentó cuestionamientos por un video en el que canta "Imagine" de John Lennon. La elección del tema fue interpretada por sectores ultraconservadores como un gesto secularizador.
Estas maniobras reflejan una lucha por el alma de la Iglesia. Se discute no solo quién será papa, sino qué tipo de papa necesita el mundo actual: ¿uno conciliador o uno doctrinario? ¿Un líder del sur global o una figura de consenso europeo?
🇻🇦 | CAMINO AL CÓNCLAVE: El viernes, los bomberos del Vaticano fueron vistos sobre el techo de la Capilla Sixtina instalando la chimenea que emitirá humo negro si al menos 89 cardenales no se ponen de acuerdo sobre el próximo Papa.
— Alerta News 24 (@AlertaNews24) May 3, 2025
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Durante el período de sede vacante, gobiernos extranjeros han intentado influir en el proceso. Francia ha respaldado discretamente al cardenal Jean-Marc Aveline, mientras que China volvió a tensar relaciones con Roma al nombrar unilateralmente obispos sin acuerdo previo, en aparente desafío al pacto firmado con el Vaticano en 2018.
Estos gestos muestran que el papado sigue siendo una pieza geopolítica relevante. La elección del nuevo pontífice será leída no solo por fieles, sino también por diplomacias de todo el mundo. La Iglesia, en su dimensión global, sigue siendo un actor estratégico.
Con 23 cardenales electores, América Latina tendrá un rol crucial. La mayoría fueron designados por Francisco y representan visiones más pastorales, centradas en la inclusión, el medio ambiente y la pobreza. Entre los nombres destacados están Víctor Manuel Fernández (Argentina), Ángel Sixto Rossi (Argentina), Leonardo Steiner (Brasil) y Carlos Castillo Mattasoglio (Perú).
Sin embargo, el bloque latinoamericano no es homogéneo. Hay tensiones internas, diferencias en el ritmo y profundidad de las reformas, y también sensibilidades nacionales que pesan a la hora de formar alianzas dentro del cónclave.
The College of Cardinals held their ninth General Congregation on Saturday morning, as they continue their discernment on the state of the Church and the qualities required for the next Pope.
— Vatican News (@VaticanNews) May 3, 2025
The Director of the Holy See Press Office, Matteo Bruni, told reporters that 177… pic.twitter.com/xn5MQqWq8e
La Iglesia Católica enfrenta desafíos estructurales: el descenso de vocaciones, los escándalos de abuso no resueltos, la falta de relevancia en sectores juveniles, el ascenso de movimientos pentecostales en América y África, y la tensión entre tradición y adaptación cultural. El nuevo papa deberá tener capacidad diplomática, sensibilidad pastoral y una lectura geopolítica aguda.
El resultado del cónclave dirá mucho sobre el rumbo que tomará la Iglesia en las próximas décadas. Pero también pondrá a prueba la solidez institucional del Vaticano ante una era cada vez más fragmentada. La figura que emerja del humo blanco no solo heredará la tiara simbólica, sino un mundo eclesial convulso que reclama guía, pero también transformación.
Este cónclave será, como en pocas ocasiones, un termómetro del estado de la Iglesia y una carta de navegación para su futuro inmediato.