06/05/2025 - Edición Nº819

Política

Opinión

La economía es ciencia del humano: la importancia de la nacionalidad en Weber

04/05/2025 | Nueva entrega de "Desempolvando a los enemigos de la escuela austríaca".


por Octavio Majul


Para Max Weber la economía es una ciencia del humano. Así es como la define en su discurso inaugural de 1895 en ocasión de la obtención de la cátedra de Economía y Ciencias de las Finanzas en Friburgo. El discurso llevó el título de “El Estado nacional y la política económica” y es a partir la afirmación de que la economía es una ciencia del humano se separará constantemente de toda interpretación solamente matemática de la misma.

En última instancia, nos va a decir una y otra vez Weber, “es decisivo el punto de vista del humano. La economía no es una ciencia de la naturaleza y sus cualidades sino de los humanos y sus necesidades”. 

Esto implica, entonces, que antes que partir del estudio de un homo oeconomicus al que se le suponen una serie de motivaciones y capacidades a priori —tender al bienestar material, tener omnisciencia económica y calcular racionalmente medios y fines—, la economía en tanto ciencia del humano debe partir de los tipos humanos concretos que una cultura específica forja.

Veamos un ejemplo

En sus investigaciones sobre los trabajadores rurales del este alemán, Weber insistía constantemente en la insuficiencia de una perspectiva unilateralmente economicista de, valga la paradoja, los fenómenos económicos. Es que, a sus ojos, la organización económica que se perfilaba al este del río Elba era el resultado no sólo del encuentro de determinados intereses materiales sino, principalmente, de motivaciones ideales y tipos de mentalidades.

Los Junkers -terratenientes con intereses en la explotación agrícola latifundista- al mismo tiempo que se convertían en empresarios, en el sentido de la forma de empresa, mantenían una mentalidad y un standard de vida aristocráticos profundamente antieconómicos (gastaban mucha plata en bienes de lujo). Esto, en el marco de una economía agraria alemana cada vez menos competitiva, obligaba a una fuerte baja en los costos de producción.

En parte por esto, pero principalmente en busca de autonomía respecto a la dominación patriarcal típica de los terratenientes -Weber llamará a esto el encanto de la libertad- los trabajadores alemanes emigraban del campo hacia las ciudades. Completando el círculo, un proceso migratorio de trabajadores polacos hacia el este alemán tenía lugar. Trabajadores polacos llegaban dispuestos a trabajar en condiciones laborales más bajas que los alemanes y por eso rebajan el nivel cultural de la clase trabajadora lemana.

La utilización de mano de obra polaca dentro del Estado alemán rebaja los niveles de vida y el nivel cultural, no porque lo polaco sea en sí menor a lo alemán por alguna determinación biológica, sino por, al menos, tres razones, todas estas contingentes: una histórica (1), otra psicológica (2) y la última jurídica (3). Se explica en parte:  

1. Por el modo histórico de cómo mantuvo la nación polaca el nivel de vida de sus trabajadores y, por eso, las exigencias materiales y espirituales del trabajador al empleador (o dicho al contrario: por el hecho de que Alemania al ser un país con mayor desarrollo permitió condiciones de vida más altas a sus trabajadores que no están dispuestos a resignar). 

 2. Por la diferencia psicológica entre trabajar en el hogar y en el extranjero cuya consecuencia es que el migrante acepte en el extranjero condiciones de vida que no aceptaría en su casa.

3. Por la poca o nula protección jurídica a los trabajadores migrantes temporarios y, por eso, la posibilidad de precarización de estos por parte del empleador que persigue la reducción del costo en mano de obra. Precarización que es posibilitada, también, por desigual situación de poder entre el empleador alemán y el trabajador inmigrante.

Frente al uso de la nacionalidad como variable relevante para el análisis, Weber se dirige a quienes lo acusan de practicar “en el este una política nacional desde el ‘chauvinismo’”.

La crítica a la utilización de la nacionalidad como variable relevante en el estudio solo tendría sentido, nos dice Weber, bajo la suposición de una igualdad de los niveles culturales en el plano internacional y, este, es el error en el que caen las teorías abstractas de la economía:

“Es verdaderamente molesto ver que se polemiza acerca de hechos que son obvios e indiscutibles con una arrogancia que se encuentra de hecho solamente en el dialecto específico de una escuela de política económica que todavía no comienza a entender que las leyes económicas en las que cree dogmáticamente dependen de la condición totalmente irreal de la igualdad cultural internacional, el mismo error que comete el internacionalismo en todas sus formas, también el socialismo internacional. [...] En sus últimas consecuencias, la economía mundial de la teoría del libre comercio es una utopía sin un Estado universal y sin la igualdad del nivel cultural de la humanidad”.

Estilos de vida y nacionalidad son dos variables que forman parte de la acción económica. La economía es una ciencia del humano

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OCTAVIO MAJULMAX WEBER