
La jornada electoral del 3 de mayo en Singapur reafirmó el rumbo elegido por gran parte del electorado: continuidad, eficacia y orden. El Partido de Acción Popular (PAP), liderado por el primer ministro Lawrence Wong, consolidó su posición con una victoria incuestionable: 87 escaños de 97 y un incremento significativo en el porcentaje de votos (65,57% frente al 61% en 2020). Es una muestra inequívoca de que el modelo de gobernanza instaurado desde la independencia sigue generando confianza y resultados tangibles.
Este resultado no puede entenderse solo como una tradición de hegemonía, sino como una respuesta concreta a un escenario internacional complejo. La guerra comercial entre potencias, las tensiones en el sudeste asiático, la automatización acelerada y el proteccionismo estadounidense configuran un tablero en el que Singapur necesita liderazgos sólidos y una visión de largo plazo. En ese sentido, el PAP no sólo ha ofrecido una gestión eficiente, sino una hoja de ruta clara para enfrentar los nuevos desafíos globales. En momentos donde el populismo o las propuestas improvisadas ganan terreno en otros países, el electorado singapurense optó por un liderazgo previsible, técnico y con trayectoria.
Thank you, Marsiling-Yew Tee! Your support means everything. I am deeply grateful for the trust you’ve placed in me and my team. We will honour it by working even harder for you! #TeamPAP #GE2025 pic.twitter.com/fZQnxBx9DL
— Lawrence Wong (@LawrenceWongST) May 3, 2025
El Partido de los Trabajadores (WP), si bien ha logrado mantener sus 10 escaños y proyectarse como una oposición más articulada, aún no logra proponer una alternativa de gobierno convincente. Su discurso sigue anclado en la crítica más que en la propuesta, y el electorado parece valorar más los resultados que las promesas abstractas. Incluso entre sus propios votantes se percibe la idea de que el WP cumple una función de contrapeso más simbólica que ejecutiva.
Lejos de tratarse de una "monopolización del poder", como a menudo se argumenta desde ciertas miradas externas, el respaldo mayoritario al PAP revela una democracia que funciona bajo lógicas propias, donde la meritocracia, la gobernanza tecnocrática y la previsibilidad institucional son pilares profundamente valorados. En un país donde la corrupción es prácticamente inexistente, la eficiencia del aparato estatal y la profesionalización de sus líderes han sido claves para mantener un contrato social sólido. No se trata de una adhesión ciega, sino de una elección racional basada en resultados verificables: crecimiento económico, cohesión social, seguridad ciudadana y planificación urbana sostenible.
Back on the ground, engaging residents, listening to your concerns, and working together to build a stronger, more connected community. Your voices matter, and we’re here to serve you. pic.twitter.com/DdLSQ6QqSn
— Lawrence Wong (@LawrenceWongST) May 4, 2025
Wong, quien tomó el testigo de Lee Hsien Loong, hereda ahora no sólo un legado, sino también un mandato claro: mantener a Singapur competitivo, ordenado y con voz propia en un mundo en transformación. Su liderazgo simboliza una renovación sin ruptura, una transición que garantiza continuidad sin inmovilismo. Bajo su mando, el PAP se enfrenta al desafío de consolidar los logros obtenidos, reforzar la innovación digital, profundizar en la transición energética y fortalecer la presencia internacional del país.
La elección de 2025, más que un ritual democrático, ha sido una reafirmación del contrato social singapurense: un equilibrio entre libertad y responsabilidad, entre eficiencia y previsibilidad. El sistema, que ha sabido conjugar una economía de mercado con políticas públicas orientadas a largo plazo, encuentra en esta victoria del PAP no solo una validación, sino un nuevo punto de partida. Y por ahora, la ciudad-estado parece haber elegido continuar con quien ha demostrado saber gestionar ese delicado equilibrio con maestría.