
Faure Gnassingbé consolidó su permanencia en el poder en Togo mediante una maniobra institucional que la oposición no dudó en calificar de "golpe constitucional". A través de una reforma que entró en vigor tras las elecciones parlamentarias de abril, el país adoptó un nuevo sistema parlamentario que elimina los límites de mandato y transfiere el verdadero poder ejecutivo a la figura del Presidente del Consejo de Ministros. ¿Quién ocupa ese nuevo rol sin restricciones? El propio Gnassingbé.
Aunque formalmente Jean-Lucien Savi de Tové fue nombrado presidente de la República —cargo ahora simbólico—, el control total del gobierno quedó en manos del veterano mandatario, quien gobierna el país desde 2005 tras suceder a su padre, Gnassingbé Eyadéma, en una dinastía política que domina Togo desde hace más de medio siglo.
Protesters in Togo are speaking out against constitutional changes that could keep Faure Gnassingbe in power indefinitely. He’s been sworn in as ‘President of the Council of Ministers’, a newly-created role with no term limits. pic.twitter.com/RK1oF3dWth
— Al Jazeera English (@AJEnglish) May 5, 2025
La oposición, encabezada por las Fuerzas Democráticas para la República y la Alianza Nacional para el Cambio, ha denunciado la reforma como ilegítima y denunciado detenciones de activistas que se opusieron al nuevo esquema constitucional. Organizaciones de derechos humanos confirmaron que varios opositores fueron arrestados por distribuir panfletos o convocar marchas en contra del cambio de régimen.
Más allá del debate jurídico, el impacto político es evidente: Faure Gnassingbé ha anulado de facto toda alternancia en el poder al eliminar los frenos institucionales que podrían limitar su permanencia. El nuevo rol carece de plazos definidos, permitiéndole gobernar indefinidamente mientras se mantiene la fachada democrática de un sistema parlamentario.
Este movimiento, que sigue una preocupante tendencia regional, agrava el deterioro democrático en África Occidental, donde países como Guinea, Costa de Marfil y Burkina Faso también han modificado sus constituciones o sufrido interrupciones autoritarias. En lugar de fortalecer la institucionalidad, estas reformas parecen diseñadas para blindar liderazgos personales.
Togo – A New Republic for an Old Regime
— Ibrahima Konate (@Ibrahimkonate0) May 4, 2025
Togo has just inaugurated its Fifth Republic. An institutional change on the surface, but in reality, a continuation of authoritarian rule. The regime has officially shifted from a presidential to a parliamentary system a transition pic.twitter.com/BjcplaUDjy
Desde la comunidad internacional, las reacciones han sido hasta ahora tibias. Pese a las denuncias de represión y falta de transparencia, los aliados occidentales del régimen togolés se han mostrado cautelosos en sus declaraciones, temerosos de perder influencia en una región geoestratégicamente clave.
Lo que sucede en Togo no es solo un caso aislado, sino un síntoma más de la fragilidad institucional que enfrenta África en pleno siglo XXI. La concentración de poder, el uso de reformas para legalizar abusos y la ausencia de límites reales al autoritarismo son señales de alerta para toda la región. Faure Gnassingbé, lejos de renovar la democracia togolesa, parece haber enterrado definitivamente cualquier posibilidad de alternancia real.