06/05/2025 - Edición Nº819

Internacionales

Crisis de liderazgo en Alemania

¿Canciller débil? El Bundestag le niega el voto a Merz

06/05/2025 | El líder de la CDU no logró ser investido en la primera votación parlamentaria y debió forzar una segunda ronda.



Este 6 de mayo de 2025, Friedrich Merz quedó expuesto ante el Bundestag y ante el país. En un hecho inédito desde la fundación de la República Federal Alemana, un candidato a canciller fracasó en su primer intento de ser investido. Merz, pese a contar teóricamente con una mayoría parlamentaria de 328 escaños junto a la CSU y el SPD, no logró reunir los 316 votos necesarios. Se quedó en 310. La votación secreta evitó identificar a los responsables, pero el mensaje fue inequívoco: Merz no tiene el control de su propia coalición. A pesar de que posteriormente fue elegido en una segunda votación con 325 votos, el daño ya estaba hecho. Su legitimidad como jefe de gobierno nace erosionada.

La fallida primera ronda reveló algo más profundo que una simple rebelión interna: hay un cuestionamiento estructural a la figura de Merz dentro de su propio bloque. El hecho de que al menos 18 diputados de su alianza prefirieran arriesgar una crisis institucional antes que respaldarlo demuestra el débil equilibrio de fuerzas sobre el que se sostiene su mandato. No se trató de una diferencia menor ni de un error de cálculo; fue una señal de advertencia explícita hacia su conducción. La investidura de un canciller suele ser un trámite ceremonial cuando hay acuerdo político real. Que haya fallado habla de una fractura que trasciende lo coyuntural y que compromete la estabilidad de su gobierno desde su nacimiento.

Este escenario no solo compromete su capacidad de gobernabilidad, sino que instala dudas sobre la duración y eficacia de su gestión. La AfD, la izquierda y otros sectores de la oposición no tardaron en señalar la fragilidad del nuevo gobierno como un argumento para exigir nuevas elecciones. Incluso algunos medios tradicionales comenzaron a preguntarse si Merz podrá sostener una agenda de reformas profundas sin el capital político suficiente. La fractura parlamentaria, sumada a la presión de las calles y al descontento económico latente, conforman un cóctel difícil de administrar.

La noticia tuvo eco inmediato fuera de las fronteras alemanas. Líderes europeos, mercados financieros y analistas observaron con preocupación cómo el país considerado bastión de la estabilidad europea iniciaba una nueva etapa con fisuras desde su primer acto institucional. El índice DAX de la Bolsa de Frankfurt cayó un 1,5%, y el Euro Stoxx 50 descendió un 1,1%, reflejando la incertidumbre generada por el fracaso inicial de Merz. La imagen de Alemania como actor decisivo en Bruselas y como socio confiable se ve afectada por este episodio, que ya ha sembrado incertidumbre sobre el rumbo que tomará Berlín en los próximos meses.

Friedrich Merz asume el poder, pero no con fuerza. Lo hace condicionado, debilitado, observado. Más que una victoria, su investidura representa una advertencia: no basta con contar los votos sobre el papel. Gobernar una coalición fragmentada requiere liderazgo real, y eso es precisamente lo que el Bundestag cuestionó desde el primer minuto. A este punto se suma otro problema: Merz aún no ha logrado presentar un horizonte político claro, más allá de promesas abstractas de orden y estabilidad. En un contexto de demandas sociales crecientes, esa indefinición puede costarle caro.

Su desafío no será solo sobrevivir a la tormenta, sino probar que tiene autoridad para liderar una Alemania que no le dio un cheque en blanco. Por ahora, lo único evidente es que su mandato empieza cuesta arriba, sin margen para errores y con la sombra permanente del descontento interno.