
El 21 de febrero de 2001, en uno de los consistorios más significativos del pontificado de San Juan Pablo II, un nombre argentino irrumpió con fuerza en la escena eclesiástica mundial: Jorge Mario Bergoglio, por entonces arzobispo de Buenos Aires, recibió la birreta roja y el anillo cardenalicio en una ceremonia que pasó, para muchos, casi desapercibida. Tenía 64 años, una edad ideal para ser considerado elegible en futuros cónclaves, y fue asignado como cardenal presbítero de San Roberto Belarmino.
Pero ese día, más que una distinción honorífica, fue una señal profética. Juan Pablo II, quien ayudó a derribar el Muro de Berlín y personificó el perdón cristiano al visitar en prisión a quien intentó asesinarlo, también tuvo la visión de elevar a Bergoglio, un pastor austero y de pensamiento claro, al colegio cardenalicio.
En aquel consistorio, que incluyó a otros 42 nuevos cardenales, se definieron en parte los nombres que marcarían el futuro de la Iglesia. Desde entonces, Bergoglio destacó por su perfil bajo pero contundente, siempre cercano a los pobres, duro con la corrupción clerical y con una visión reformista que no buscaba destruir, sino purificar.
Su papel como cardenal fue silencioso pero influyente, especialmente en los debates internos sobre la pérdida de credibilidad de la Iglesia y la necesidad de volver a las fuentes del Evangelio.
Cuando en 2013 fue elegido Papa tras la renuncia de Benedicto XVI, muchos recordaron aquel gesto de Juan Pablo II como el inicio de una historia que tomaría una fuerza inesperada. Francisco, como se haría llamar, encarnaría muchas de las aspiraciones no cumplidas del Concilio Vaticano II: una Iglesia misionera, pobre para los pobres, abierta al diálogo con el mundo moderno y con un enfoque ecológico, sin precedentes en el Vaticano.
Hoy, a más de dos décadas de aquel nombramiento, Francisco es el último cardenal nombrado por Juan Pablo II que sigue teniendo un rol activo en la Santa Sede. Y su pontificado ha sido un testimonio viviente de que los gestos más potentes, muchas veces, nacen en el silencio.
“Juan Pablo ll”:
— Es tendencia en 𝕏 (@EsTendenciaEnX) April 28, 2025
Porque se encontró el archivo donde Juan Pablo ll, el histórico Papa que ayudó en la caída del muro de Berlín y recibió un tiro y perdonó al que le disparó, nombraba cardenal a Jorge Bergoglio, de apenas 64 años, en pleno 2001 pic.twitter.com/jwithXF8pg
Mientras algunos sectores conservadores lo critican por su apertura a temas sociales, Francisco ha consolidado una autoridad moral que trasciende fronteras y religiones. Su lucha contra el clericalismo, su reforma de la Cúria Romana, y su encíclica “Laudato Si” han marcado un rumbo que honra, en otro lenguaje, el legado profético de Juan Pablo II.
Hoy sabemos que aquel 21 de febrero no fue una casualidad. Fue una señal.