
La llegada de Xi Jinping a Moscú este 7 de mayo marca un hito en la consolidación de la alianza chino-rusa. Su visita, enmarcada en los actos por el 80º aniversario de la victoria soviética sobre el nazismo, está cargada de simbolismo. Mientras Europa evita al Kremlin, el líder chino se muestra junto a Putin en la Plaza Roja, proyectando una imagen de unidad frente a Occidente y reafirmando su respaldo diplomático al Kremlin en tiempos de sanciones y aislamiento.
Desde que declararon una "asociación sin límites" en 2022, China y Rusia han intensificado su cooperación en múltiples frentes. El comercio bilateral alcanzó un récord de 245 mil millones de dólares en 2024, con China posicionándose como principal comprador de energía rusa. Este flujo ha dado aire a la economía rusa frente a las sanciones occidentales, pero también ha consolidado la dependencia de Moscú respecto a Beijing.
En el plano tecnológico y militar, la colaboración incluye componentes de doble uso y apoyo indirecto. Aunque China evita enviar armas directamente, según fuentes occidentales ha suministrado piezas electrónicas y tecnologías que alimentan la industria de defensa rusa. Esto genera preocupación en Washington y Bruselas, donde se percibe a Pekín como un facilitador clave de la resistencia rusa.
— Mao Ning 毛宁 (@SpoxCHN_MaoNing) May 7, 2025
La visita de Xi Jinping tiene implicaciones que superan el escenario de guerra en Ucrania. Representa una reafirmación del eje Moscú-Pekín como pilar de un nuevo orden multipolar. En palabras de analistas del Carnegie Endowment, "China ve a Rusia como un socio estratégico para desafiar la hegemonía estadounidense sin comprometerse en una guerra abierta".
Putin, por su parte, obtiene el respaldo de la segunda economía del mundo justo cuando su diplomacia está más aislada. El respaldo de China no solo es simbólico: incluye iniciativas comunes en foros como la ONU, donde ambos países vetan resoluciones contrarias a sus intereses, y en el BRICS, que busca ampliar su influencia en el Sur Global.
La presencia de líderes de países como Brasil, Irán, Sudáfrica y Venezuela en Moscú refuerza la narrativa de un bloque alternativo. Este alineamiento desafía los tradicionales ejes de poder de Occidente y reconfigura la diplomacia multilateral. Rusia y China buscan posicionarse como defensores de la soberanía nacional frente a lo que denominan "injerencias occidentales".
En América Latina, la visión de un orden más equilibrado encuentra eco en gobiernos que ven con recelo las sanciones, los bloqueos y las lógicas unilaterales. La alianza entre Xi y Putin es observada con atención, ya que podría facilitar nuevas rutas de inversión, comercio y cooperación tecnológica fuera del marco tradicional.
— Mao Ning 毛宁 (@SpoxCHN_MaoNing) May 7, 2025
El mensaje de Xi es claro: China no está dispuesta a aislar a Rusia y cree en una arquitectura global basada en equilibrios, no en imposiciones. Esto tiene consecuencias directas para Europa, que pierde margen de acción, y para Estados Unidos, que enfrenta la consolidación de una alianza pragmática, estratégica y resiliente.
Xi y Putin no han firmado una alianza formal, pero han tejido una convergencia de intereses que podría reordenar la diplomacia global. La relación entre China y Rusia no está exenta de tensiones, pero por ahora, comparten una misma lectura del mundo: uno en el que el dominio occidental es un pasado que está dejando de ser vigente.