08/05/2025 - Edición Nº821

Internacionales

Misterio, historia y fe en la Capilla Sixtina

Fumata blanca: el ritual secreto que elige al Papa y detiene al mundo

08/05/2025 | En pleno siglo XXI, millones esperan en silencio frente a una chimenea medieval. La elección del Papa sigue envuelta en símbolos, misterio y una narrativa que nació en tiempos de catedrales y cruzadas. ¿Qué hay detrás del humo blanco?



La elección del Papa sigue dependiendo de un símbolo tan medieval como universal: una nube de humo. Sin palabras, sin anuncios, sin spoilers, el Vaticano comunica al planeta que hay nuevo Pontífice. En la Capilla Sixtina, entre frescos, oraciones y silencio, la fumata sigue siendo el último gran misterio sagrado. En una ceremonia sellada la oración, 133 cardenales definen al nuevo líder de la Iglesia. Entre urnas, fórmulas juradas y una estufa de hierro de 1939, el humo que brota de la Capilla Sixtina sigue marcando un antes y un después para millones de fieles.

Un suspiro de humo que detiene al planeta

En una plaza San Pedro repleta, todos miran hacia arriba. En las casas, los televisores replican el mismo plano. Una chimenea solitaria sobre la Capilla Sixtina comienza a exhalar humo. ¿Es blanco? ¿Es negro? ¿Es gris? El mundo entero aguanta la respiración.

Ese instante es uno de los más intensos y enigmáticos de la liturgia católica. La fumata —ese viejo mecanismo de señalización con humo que anuncia si hay o no nuevo Papa— es una puesta en escena medieval que, curiosamente, sigue funcionando con impacto global en la era de TikTok.

Y no es casual. Porque detrás de esa nube fugaz, de ese color que lo dice todo sin decir nada, se esconde una maquinaria simbólica que entrelaza teología, historia, política internacional y tradición milenaria.

¿Qué es la fumata?

La fumata (del italiano fumata, “emisión de humo”) es el sistema que utiliza el Vaticano para comunicar el resultado de cada votación durante un cónclave papal. Si el humo es negro, significa que no hubo acuerdo. Si es blanco: Habemus Papam.

Pero esa explicación técnica apenas roza la superficie.

La fumata es un gesto ceremonial que pertenece al lenguaje de lo sagrado. Es el momento culminante de un proceso secreto y solemne, encerrado tras los frescos de Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina. No hay imágenes. No hay declaraciones. Solo humo.

Un rito medieval que nunca caduca

El uso del humo como medio de comunicación tiene raíces ancestrales. Desde señales de fuego en las tribus hasta rituales religiosos en todas las culturas, lo etéreo ha sido vehículo de lo divino.

En la tradición católica, la fumata aparece formalmente en el siglo XIII, cuando los cónclaves comenzaron a institucionalizarse tras largos periodos de vacancia papal. Desde entonces, este sistema se mantuvo casi intacto.

Recién en el siglo XX se introdujeron compuestos químicos para mejorar el contraste entre el humo blanco (hecho con perclorato de potasio, lactosa y resina) y el negro (hecho con antraceno y cloruro de amonio). Aun así, la mística permanece.

En tiempos de celulares, la fumata no tiene Wi-Fi, pero tiene alma. Habla sin pronunciar palabra y convoca sin algoritmos.

La Capilla del secreto: teatro del Espíritu

La elección de un Papa no es una elección común. Es un acto espiritual y político, un momento en que los cardenales reunidos no solo votan: disciernen la voluntad de Dios.

Por eso ocurre en uno de los lugares más sagrados del cristianismo: la Capilla Sixtina. Allí, bajo el Juicio Final de Miguel Ángel, los 133 cardenales electores se encierran sin contacto con el exterior, entregados a la oración y al voto secreto.

Cada detalle tiene valor simbólico: las papeletas se queman en una estufa de hierro fundido de 1939, conectada a otra estufa moderna que se encarga de teñir el humo. El receptáculo donde se depositan los votos. El silencio. La espera. La famosa “Sala de las Lágrimas”, donde el elegido se viste por primera vez de blanco.

Tras cada votación, si no hay acuerdo, el humo es negro. Si un nombre consigue 89 votos o más, el humo es blanco. Y el mundo lo sabrá: habemus Papam.

La fumata como narrativa: un cliffhanger sagrado

En términos narrativos, la fumata es un cliffhanger litúrgico. Una técnica de suspenso perfecta. Cada humo negro aumenta la tensión, como un episodio que termina sin resolver el conflicto.

Cuando por fin llega el humo blanco, se produce el desenlace: el anuncio desde el balcón, el nombre del nuevo Papa, y el rostro del elegido ante el mundo.

En esa espera se proyectan ansiedades globales: ¿Será conservador o reformista? ¿Del Norte o del Sur? ¿Qué nombre elegirá? En ese humo viajan siglos de historia y geopolítica vaticana.

Mística, poder y geopolítica en juego

Aunque parezca un rito suspendido en el tiempo, el cónclave es también una pulseada geopolítica. En la elección no solo se debaten sensibilidades teológicas, sino también alianzas regionales y estrategias de renovación o continuidad.

Con América Latina, África y Asia ganando peso demográfico en la Iglesia, no faltan quienes sueñan con un nuevo Pontífice que represente al Sur Global.

Para los argentinos, marcados por la historia viva de haber tenido a Jorge Mario Bergoglio como Papa Francisco, este nuevo cónclave resuena como una segunda vuelta emocional de una historia que parecía irrepetible.

Una pausa global

La fumata es, en definitiva, una pausa en la lógica del mundo. Una interrupción radical en la cultura de la inmediatez. Mientras las noticias circulan a velocidad de vértigo, el Vaticano comunica con humo.

No hay filtraciones. No hay spoilers. Solo expectación.

Desde Buenos Aires hasta Manila, desde Nairobi hasta Nueva York, el ritual sigue siendo el mismo: mirar hacia el cielo y esperar. No importa si sos creyente o no. Ese instante conecta a millones con algo más grande: la intuición de lo sagrado, del destino, de lo misterioso.

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