
Loan Peña nació el 8 de mayo de 2019 en la localidad de 9 de Julio, un paraje rural del interior de la provincia de Corrientes. Hoy debería estar celebrando sus seis años rodeado de su familia, pero lamentable no habrá festejo: a once meses de su desaparición su paradero sigue siendo un misterio y sus familiares apuntados por el caso siguen guardando silencio.
El 13 de junio de 2024, Loan almorzó en la casa de su abuela Catalina, junto a su padre, sus tíos y primos. Después, durante la siesta, salió con otros chicos a buscar naranjas a un campo cercano. Fue la última vez que se lo vio. Desde ese momento, se inició una búsqueda con cientos de hombres que no dio resultados.
Loan mide aproximadamente 90 centímetros, pesa 26 kilos, tiene tez trigueña, ojos marrones y cabello castaño oscuro. Una cicatriz en su cabeza, justo donde tiene un remolino, es su rasgo más distintivo.
La desaparición del niño paralizó a 9 de Julio y conmovió a todo el país. En redes sociales, medios de comunicación y plazas de ciudades distantes, siguen reclamando por su aparición con vida. En la fachada de la casa familiar aún cuelgan los carteles con su foto.
“Ojalá alguien se arrepienta en su cumpleaños y cuente la verdad”, dijo su madre, en una entrevista con Clarín. “El día anterior a su cumpleaños decía ‘mañana voy a tener mi torta’. Le gustaba soplar la velita pero no comer la torta”, recordó con un nudo en la voz.
El mes pasado los jueces de la Cámara Federal de Corrientes ratificaron la imputación contra seis detenidos (Bernardino Benítez, Daniel “Fierrito” Ramírez, Mónica Millapi, Laudelina Peña, Carlos Pérez y María Victoria Caillava) y agravaron la acusación contra el excomisario Walter Maciel. En el dictamen no dieron indicios de la suerte de Loan: "A la fecha se desconoce el paradero del menor luego de tal suceso”, señalaron.
Para la Justicia “el 13 de junio cada uno de los imputados (siete en total) ejecutó la parte del plan que le había sido asignada. En horas de la mañana, Maciel –sabiendo que iniciaría su franco al mediodía– retuvo el libro de guardia de la comisaría de 9 de Julio, a fin de evitar que se dejara constancia del horario exacto en que se produjo la desaparición y, con ello, obstaculizar la reacción inmediata de las fuerzas policiales”.
“Durante el almuerzo, Bernardino Benítez y Daniel ‘Fierrito’ Ramírez debían proponer espontáneamente dirigirse al naranjal junto con los menores. Una vez allí, procederían a capturar a uno de ellos y entregarlo, en un camino lindero, a Carlos Pérez y María Victoria Caillava, quienes serían los encargados de retirarlo del lugar”.
“Por su parte, Mónica Millapi, con la colaboración de Laudelina Peña, debía acompañar a los niños hasta el naranjal, donde ya se encontrarían Bernardino Antonio Benítez y Daniel Oscar Ramírez. Laudelina Peña, a su vez, tenía la misión de iniciar el trayecto junto a Mónica Millapi y los menores, pero luego regresar a la casa de su madre, Catalina Peña, donde recibiría la noticia de la presunta 'desaparición' y actuaría como nexo entre los captores y quienes debían retirar al niño: Carlos Guido Pérez y María Victoria Caillava”.
“Recibido el aviso por parte de Bernardino Benítez, Laudelina Peña debía comunicar la situación a Pérez y Caillava, quienes abandonarían la reunión familiar con la excusa de regresar a su domicilio para ver el partido ‘River vs. Deportivo Riestra’, trasladándose en su camioneta Ford Ranger hasta el punto de encuentro preestablecido con Bernardino Antonio Benítez y Daniel Oscar Ramírez –en las inmediaciones de la escuela abandonada, conocida como “la tapera”–para concretar la entrega del menor”.
El dictamen descarta la posibilidad de una desaparición accidental o vinculada a redes de trata. La Cámara entiende que “el hecho fue premeditado y ejecutado con un reparto claro de tareas”. Lo que no dice –ni desliza– es qué pasó con el nene de 5 años, qué le hicieron y por qué.
La familia de Loan cambió su forma de exigir respuestas: hoy está asesorada por el perito José Mazzei, quien los guía en la búsqueda. No están solos, pero sienten que algo cambió. “El año pasado ya notábamos que la gente empezaba a darnos la espalda. No sabemos por qué. Tal vez por miedo”, reconoció su padre.
Catalina Peña, la abuela de Loan, sigue viviendo en la misma casa donde el niño fue visto por última vez. Está sola. Solo su hijo José la visita con regularidad, mientras otro hijo, Bernardino, vino especialmente desde Buenos Aires por su cumpleaños. A punto de cumplir 89 años, aseguran que reza todos los días frente a su pequeño altar de San Antonio y Santa Librada. “Hasta ahora me vienen fallando mis santos”, lamenta.
En el pueblo, el clima es de sospechas y silencios. Una vecina comentó que ve golpeados a los padres, pero no tanto a los hermanos. “Uno puso un comercio en el pueblo, otros abrieron locales en Chavarría y Santa Lucía. Andan con ropa de marca, compraron un auto y una moto”, observó con desconfianza.
El caso también afectó a la policía local. El comisario Walter Adrián Maciel fue detenido por su presunta vinculación en la desaparición. En su lugar, asumió Guillermo Lencina, quien intenta reconstruir una fuerza golpeada.
“Muchos efectivos quedaron afectados psicológicamente por lo sucedido”, afirmaron desde la comisaría. Ahora deben custodiar la escuela y acompañar a los chicos a la salida. Se les prohibió llevar celulares, para evitar repeticiones de lo que hacía Maciel: sacar fotos a los alumnos.
La vida en 9 de Julio no volvió a ser la misma. La plaza está vacía, los niños ya no juegan en la calle. Ningún chico vuelve solo de la escuela: debe retirarlo un adulto. El miedo reemplazó a la confianza de los pueblos donde todos se conocían.
Hoy, mientras el país recuerda a Loan, no hay torta, ni velitas, ni juegos. ¿Dónde está Loan? Esa pregunta sigue sin respuesta.
LN