10/05/2025 - Edición Nº823

Política

Análisis

La lección que el nuevo Papa le puede dar a la política argentina

10/05/2025 | Vuelve a presentarse la chance de no sucumbir a la partidización ni al tironeo de una figura superior.


por Nicolás Poggi


Hay un nuevo Papa, vuelve a ser de raigambre latinoamericana y a la política argentina se le presenta otra vez la oportunidad de tomar su ejemplo de humildad y de deponer las agresiones. Robert Prevost es procedente de Chicago pero pasó 18 años en Perú, país del que obtuvo la nacionalidad, por su misión en la Diócesis de Chiclayo, donde se acercó a los más humildes. Como devoto de Francisco, es otro exponente de la Doctrina Social de la Iglesia.

Bien pensada, la entronización de León XIV le otorga al sistema político la chance de no sucumbir a la partidización ni al tironeo de una figura que debiera estar -y que de hecho está- por encima de los conflictos domésticos, como nadie pudo evitar hacer en el caso del papa Francisco.

Desde 2013 la presencia de Jorge Bergoglio en la silla de San Pedro fue objeto de todo tipo de virajes y especulaciones políticas, desde las interpretaciones malsanas a las fiebres ególatras, a punto tal que el país se dio el lujo de no haber recibido nunca al Papa argentino, el mismo que daba misa en Córdoba y en las villas porteñas y que se tomaba la Línea A del subte para moverse por la ciudad de Buenos Aires.

León XIV.

El propio Francisco lo dijo en alguna de las tantas entrevistas que volvieron a emitirse a raudales tras su muerte. “No fui a Argentina porque justo había elecciones e iban a decir que tomaba partido por tal cual o cual…”, admitió con media sonrisa, palabras más, palabras menos.

Y así pasaron los 12 años del magisterio de Bergoglio, discutiendo las audiencias y las fotos con políticos argentinos, "traduciéndolo" desde aca, adjudicándole intervenciones, midiendo el tiempo de sus reuniones con gobernantes y dirigentes y escaneando sonrisas y expresiones faciales. Hoy, un nuevo Papa cultor de una Iglesia pastoral, que incluso había sido designado obispo por el propio Francisco, ocupa el centro del poder en el Vaticano.

Se supone que la dirigencia argentina aprendió la lección -a un costosísimo precio- y que León XIV, latinoamericanista y devoto de Francisco, ya no será la encarnación de ningún “maligno en la Tierra” ni la prenda de campaña de los tiempos electorales de este lado del río. Hay problemas más trascendentes que pocos fueron capaces de ver durante el ciclo anterior.

Digámoslo: ya resulta lo suficientemente indecoroso no haber podido contar nunca con la presencia de Francisco en el país donde ejerció su misión pastoral mientras el resto del mundo conocía de primera mano su acción y su palabra. Que no vuelva a pasar.

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