12/05/2025 - Edición Nº825

Internacionales

Un Papa entre dos Américas

Francisco y Cristina, Trump y León XIV: cuando el papado se cruza con la política

12/05/2025 | La elección de León XIV marca un nuevo capítulo en la relación entre religión y poder global. A una semana del Cónclave, los paralelismos con Francisco y Cristina Kirchner, y los contrastes con Donald Trump, iluminan las tensiones de una Iglesia atrapada entre la fe, la política y la economía.



Un mundo que gira entre Roma y la política

La historia reciente de la Iglesia Católica no puede entenderse sin leer entre líneas los vínculos entre el Vaticano y las grandes figuras del poder político. Desde la elección de Francisco en 2013 hasta la consagración de León XIV en 2025, Roma ha dejado de ser un mero símbolo espiritual para convertirse en un actor geopolítico. Los paralelismos —y las divergencias— entre las duplas Cristina–Francisco y Trump–León XIV no solo revelan estilos papales y relaciones personales, sino también las tensiones que modelan el alma de una Iglesia global.

Cristina y Francisco: cercanía simbólica, distancia política

Cuando Jorge Bergoglio fue elegido Papa, Cristina Fernández de Kirchner aún gobernaba la Argentina. La relación venía marcada por años de frialdad y suspicacia: él, como arzobispo de Buenos Aires, había sido un crítico sutil pero firme del modelo kirchnerista; ella, una presidenta que miraba con recelo a un clero que consideraba demasiado conservador. Pero el nombramiento de un Papa argentino reconfiguró el tablero. Cristina se acercó: lo visitó en Roma, lo abrazó frente a las cámaras, y lo elevó como símbolo nacional. Era una jugada astuta, pero también una necesidad: apropiarse del Papa era una forma de disputar legitimidad en un país profundamente dividido.

Francisco, sin embargo, no cedió fácilmente. Su papado se construyó sobre la idea de una Iglesia pobre para los pobres, una institución que debía incomodar al poder. No fue el Papa de Cristina, aunque a veces lo pareciera. Su pastoralidad fue crítica del capitalismo salvaje, pero también de los populismos autoritarios. Su relación con Cristina reflejó más las tensiones internas de la Argentina que una alianza ideológica verdadera.


El ahora papa León XIV y el papa Francisco (entonces arzobispo de Buenos Aires) concelebraron una misa en Buenos Aires en 2006.

Trump y León XIV: cercanía estructural, distancia espiritual

El vínculo entre Donald Trump y el nuevo Papa León XIV es más complejo. A simple vista, los une un hecho objetivo: el nuevo pontífice nació en Estados Unidos, y Trump gobierna ese país en su segundo mandato. Pero ahí se terminan las coincidencias.

León XIV es un hijo espiritual de Francisco, forjado en las periferias latinoamericanas, misionero durante dos décadas en el altiplano andino. Nacionalizado latinoamericano, habla español con naturalidad y conoce de primera mano el dolor de la exclusión. Pero también tiene conciencia de la realidad económica que atraviesa la Iglesia: Estados Unidos es, hoy, el principal sostén financiero del Vaticano.

Trump lo sabe. Y lo usó. La foto viral de inteligencia artificial donde aparece disfrazado de Papa fue más que un meme: fue una provocación. En los pasillos vaticanos cayó pésimo. La respuesta, aunque no oficial, fue clara: los sectores más críticos del trumpismo en la Iglesia empujaron la candidatura de León XIV como una forma de contrapeso moral. Hoy, hay un norteamericano más influyente que Trump. Uno que, aunque lo saludó formalmente, no parece dispuesto a ser parte de su juego.


Donald y Melania Trump.

El conflicto entre italianos y la influencia latinoamericana

La elección de León XIV también puso sobre la mesa un viejo conflicto eclesial: el peso de la curia italiana frente al crecimiento del sur global. Los cardenales italianos, históricamente dominantes en el Vaticano, se resistieron durante años al giro que impuso Francisco. Pero el bloque latinoamericano, ahora más organizado y con mayor peso demográfico, logró consolidar una estrategia común. León XIV representa ese nuevo equilibrio: no es un outsider, pero tampoco un continuador dócil del viejo orden. Es, más bien, una síntesis de dos mundos que hasta ahora convivían en tensión.

América Latina: viuda de Francisco, pero no huérfana

La partida de Francisco deja un vacío difícil de llenar en América Latina. Fue el Papa que habló en su idioma, que entendía sus códigos, que conocía sus heridas. Pero León XIV no le es ajeno a esta región. Su historia pastoral en Perú, su cercanía con los movimientos sociales, y su formación en la teología de las periferias lo vuelven un heredero legítimo del impulso reformista.

Sin embargo, hay señales de cambio: la cruz dorada, la muceta roja, un posible regreso al Palacio Apostólico. León XIV parece más dispuesto a utilizar los símbolos del poder, quizás porque entiende que en este momento de crisis económica y polarización eclesial, no alcanza con la humildad. Hace falta también autoridad.

Un Papa entre dos Américas

León XIV está parado entre dos continentes que lo reclaman. De un lado, América Latina, que espera continuidad pastoral. Del otro, Estados Unidos, que exige estabilidad institucional y —no menos importante— sostén económico. La tensión entre estas expectativas define su papado. Necesita tender puentes sin convertirse en rehén del poder que lo financia. Porque los dólares pueden venir del norte, pero el alma de esta Iglesia, como bien lo intuía Francisco, sigue latiendo en el sur.

Trump necesita legitimidad moral. El Vaticano necesita recursos. León XIV, entonces, deberá bailar una danza peligrosa: mantener la profecía del Evangelio sin cerrar la billetera del donante. Y hacerlo en un mundo cada vez más cínico, donde incluso la fe se mide en términos de influencia y control.


Papa Francisco y Donald Trump.

Polarización política y disenso moral

Tanto Cristina Kirchner como Donald Trump representan versiones opuestas del populismo: ella, con anclaje nacional-popular y sensibilidad social; él, con retórica conservadora y fuerte carga identitaria. Pero ambos han intentado usar la religión como legitimación de sus proyectos políticos.

En ambos casos, la Iglesia se convirtió en un espacio de disputa. Francisco se distanció de Cristina sin romper del todo. León XIV se acerca institucionalmente a Trump sin comulgar con su cosmovisión. En un mundo polarizado, la Iglesia ya no puede jugar al neutral. Cada gesto papal se interpreta políticamente, cada decisión doctrinal genera alineamientos. Y ahí radica el verdadero desafío: cómo seguir siendo guía espiritual sin quedar atrapado en la lógica de los bandos.


Cristina Kirchner junto al Papa Francisco. 

El dilema eterno: poder o profecía

A una semana de su elección, León XIV se enfrenta a una paradoja central: debe ser un Papa que predique el Evangelio de los pobres, pero que dialogue con los poderosos; que no rompa con Washington, pero que no olvide a Lima; que mantenga la unidad doctrinal, pero que no desactive el impulso reformista iniciado por Francisco.

Es el dilema eterno de la Iglesia: ¿ser faro profético o engranaje del sistema? ¿Rechazar el poder o usarlo para servir? Francisco eligió incomodar. León XIV, quizás, opte por gobernar. El tiempo dirá si ese camino permite seguir construyendo una Iglesia fiel a su misión o si, por el contrario, termina por domesticar el fuego evangélico que todavía arde en los márgenes del mundo.