12/05/2025 - Edición Nº825

Internacionales

Nuevo frente diplomático contra Putin

Europa y Estados Unidos se alinean por la paz en Ucrania, pero Rusia cierra la puerta

12/05/2025 | La negativa del Kremlin a la tregua de 30 días propuesta por Ucrania, Estados Unidos y los principales líderes europeos revela el endurecimiento del conflicto. El equilibrio global se tensa y Europa emerge como protagonista en la presión multilateral contra Moscú.



El rechazo del Kremlin a la propuesta de alto el fuego en Ucrania marca algo más que un nuevo capítulo en la guerra: deja en evidencia que Rusia ya no dialoga con un solo adversario, sino con un frente político, diplomático y moral cada vez más cohesionado. Esta vez, la iniciativa no partió del Pentágono ni de la OTAN, sino del corazón de Europa: Emmanuel Macron, Keir Starmer, Friedrich Merz y Donald Tusk viajaron juntos a Kiev para respaldar una tregua humanitaria de 30 días con el aval explícito del presidente Trump.

En un mundo donde las potencias rara vez caminan al unísono, la imagen de líderes europeos reclamando paz desde una capital sitiada es mucho más que un gesto simbólico. Es un mensaje a Moscú –pero también a Pekín, Nueva Delhi y a las cancillerías del Sur global–: Europa no solo quiere la paz, está dispuesta a liderar el camino hacia ella.

La Unión Europea como actor de paz

Durante años, la UE fue acusada de tibieza estratégica. Hoy, frente a la parálisis de Naciones Unidas y a la estrategia ambigua de potencias emergentes, Bruselas se posiciona como un actor capaz de articular presión diplomática, ayuda humanitaria y coordinación multilateral. El viaje a Kiev de Macron y compañía no fue apenas un respaldo a Zelensky: fue una señal de que Europa puede y quiere moldear el final del conflicto.

“El lenguaje de la paz no puede tener condiciones. La seguridad de nuestro continente está en juego aquí”, advirtió Emmanuel Macron desde Kiev. “Una paz justa y duradera empieza con un alto el fuego total e incondicional. Si Rusia sigue obstruyendo, incrementaremos la presión como europeos, en estrecha coordinación con Estados Unidos”, agregó.

Por su parte, el primer ministro británico, Keir Starmer, fue aún más directo: “Putin debe saber que no aceptaremos chantajes. Si no hay tregua, habrá más sanciones. Y si hay violaciones, serán respondidas”.

Donald Tusk, desde Polonia, apeló al futuro del continente: “No hay lugar para una Ucrania sometida. Europa ha aprendido de su historia: hoy la paz es resistencia, y la resistencia es unidad”.

Friedrich Merz, el canciller alemán, cerró filas con sus socios: “Estamos aquí para que Rusia entienda que no hay fractura entre nosotros. La guerra terminará, pero no bajo las condiciones del agresor”.


La 'coalición de voluntarios' en Kiev, con Zelenski. EFE.

Las repercusiones globales: más allá de Kiev

La negativa del Kremlin llega en un escenario internacional donde todo está conectado. La inflación alimentaria en África, la inestabilidad en Medio Oriente y la reconfiguración del comercio global no pueden separarse del estancamiento del conflicto en Ucrania. Cada misil sobre Járkov o cada negativa a un cese al fuego multiplica el costo de vida en los países más pobres y pone a prueba la resiliencia del orden liberal.

En paralelo, la negativa rusa refuerza la tesis de quienes sostienen que Moscú no busca negociar, sino imponer una victoria por desgaste. Eso deja a China –que promueve discretamente una solución política– en una posición incómoda. Y obliga a potencias intermedias como Brasil, India o Sudáfrica a tomar postura frente a una guerra que ya desborda el teatro europeo.

¿Hay espacio para una salida negociada?

Sí, aunque el camino es estrecho. El plan de tregua de 30 días, descartado por Moscú, tenía un valor estratégico: creaba una ventana de distensión sin exigir concesiones territoriales ni compromisos definitivos. El hecho de que Trump lo haya respaldado es también una señal de que, pese a su retórica aislacionista, EE.UU. no está dispuesto a desentenderse del conflicto.

Una alternativa plausible sería retomar el formato de pausa humanitaria temporal con verificación internacional, probablemente con mediadores neutrales (Suiza, Turquía, el Vaticano) que puedan actuar como puente entre las partes. Otra opción es reforzar el canal indirecto entre Moscú y Washington a través de figuras como el general Kellogg, designado por Trump, o del servicio diplomático europeo que encabeza Josep Borrell.

Pero ninguna salida será posible sin una señal mínima de flexibilidad rusa. Mientras Putin insista en exigir el desarme de Ucrania como condición previa, la paz será una quimera.


Los cinco líderes reunidos en una mesa. Foto: EFE

Todos contra uno

La guerra en Ucrania entró en su tercer año, pero algo cambió. Por primera vez, Europa y Estados Unidos parecen hablar el mismo lenguaje, y lo hacen en nombre de la paz. No se trata de una coalición de guerra, sino de un frente diplomático con legitimidad democrática, peso económico y capacidad de acción.

Putin, al rechazar la tregua, no solo descartó una oportunidad de distensión: profundizó su aislamiento y aceleró el proceso por el cual el mundo ya no observa la guerra como un conflicto regional, sino como un desafío sistémico. Y ese mundo –aunque multipolar y fragmentado– empieza a cerrar filas frente a quien no quiere la paz.