14/05/2025 - Edición Nº827

Internacionales

Herencia política

Falleció José “Pepe” Mujica, el último presidente filósofo de América Latina

13/05/2025 | Con la muerte de José Mujica, se extingue una generación de líderes que hicieron de la coherencia moral y la renuncia al privilegio una forma de gobernar.



José "Pepe" Mujica falleció este 13 de mayo de 2025, a los 89 años, dejando tras de sí un legado político y humano profundamente singular en América Latina. Su muerte pone fin a una vida marcada por la lucha, la cárcel, el poder y una filosofía de vida centrada en la austeridad, la ética y el compromiso social.

Nacido en Montevideo en 1935, Mujica participó en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una organización guerrillera de izquierda activa durante los años 60 y 70 en Uruguay. Su militancia lo llevó a pasar casi 15 años en prisión, gran parte de ellos en condiciones extremas y de aislamiento, durante la dictadura militar (1973–1985). Esta experiencia lo marcó profundamente y moldeó su visión del poder y la libertad.

El salto a la política institucional

Tras la recuperación democrática, Mujica se integró al Frente Amplio y comenzó una nueva etapa como político institucional. Fue electo diputado, luego senador y ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca. Finalmente, alcanzó la presidencia del país en 2010, cargo que ejerció hasta 2015. Su gestión estuvo enfocada en políticas progresistas que ampliaron derechos y modernizaron el Estado uruguayo.

Durante su mandato, Uruguay se convirtió en el primer país del mundo en regular completamente el mercado del cannabis con fines recreativos. También se aprobaron leyes pioneras en América Latina, como la legalización del matrimonio igualitario y la despenalización del aborto. Estas reformas consolidaron a Uruguay como una referencia internacional en derechos civiles y libertades individuales.

Apuesta por la sustentabilidad

Mujica fue también un defensor de la sustentabilidad y la justicia social. Impulsó políticas para promover las energías renovables, logrando que más del 95% de la matriz energética uruguaya provenga de fuentes limpias. Asimismo, reforzó los programas de inclusión social, educación pública y redistribución de la riqueza, aunque enfrentó críticas por no haber resuelto del todo la desigualdad estructural.

Pero más allá de las políticas concretas, el estilo de vida de Mujica fue lo que más impactó a nivel global. Rechazó vivir en la residencia presidencial y optó por seguir habitando su modesta chacra en las afueras de Montevideo, junto a su esposa, la senadora Lucía Topolansky. Conducía un viejo Volkswagen Beetle y donaba la mayor parte de su sueldo presidencial a obras sociales. Su coherencia entre discurso y acción le valió reconocimiento mundial.

Voz moral en la escena internacional

En el plano internacional, Mujica se destacó por sus discursos en foros como la ONU y la CELAC, donde cuestionó el consumismo, la desigualdad global y el deterioro ambiental. “Pobres no son los que tienen poco, sino los que necesitan infinitamente mucho”, afirmó en una de sus intervenciones más recordadas. Estas ideas lo convirtieron en un referente moral, incluso fuera de las fronteras latinoamericanas.

Su figura trascendió ideologías. Fue admirado tanto por sectores de izquierda como por conservadores que veían en él un ejemplo de integridad personal. Nunca buscó el poder por el poder mismo, y una vez concluido su mandato, regresó al Senado por un breve período antes de retirarse de la vida política activa, siempre alejado de la pompa y la retórica vacía.

Un presidente distinto en América Latina

A diferencia de otros expresidentes latinoamericanos, Mujica no construyó un aparato clientelar ni intentó perpetuarse en el poder. Su liderazgo fue, en palabras de muchos analistas, el de un "presidente filósofo" que convirtió la sencillez en un arma política y la ética en política de Estado. Esa diferencia explica por qué su figura sigue siendo objeto de admiración incluso en países con trayectorias políticas muy distintas.

Hoy, tras su muerte, líderes de todo el mundo han expresado su reconocimiento. El presidente uruguayo Yamandú Orsi lo calificó como “un referente ético para generaciones”. El legado de Pepe Mujica no se limita a las reformas que impulsó ni a la austeridad de su vida pública. Su principal aporte fue demostrar que es posible ejercer el poder sin corromperse, que la política puede ser una extensión de los valores personales. En un mundo donde el cinismo y la banalidad parecen haber desplazado a la virtud, Mujica encarnó lo contrario. Su muerte deja un vacío que no se llena con nostalgia, sino con acción política inspirada en la coherencia, la humanidad y el sentido común.

 

Temas de esta nota:

URUGUAYPEPE MUJICALEGADO