
La política boliviana cerró un capítulo. El Tribunal Constitucional Plurinacional de Bolivia ratificó de forma unánime que Evo Morales no puede postularse nuevamente a la presidencia, reafirmando que la Constitución limita el mandato a solo dos periodos, continuos o no. La decisión no solo inhabilita al exmandatario: marca jurídicamente el fin de su ambición de retorno.
Morales, que gobernó el país desde 2006 hasta 2019, buscó un cuarto mandato ese año pese al referéndum de 2016 que le negó esa posibilidad. A través de maniobras legales, logró que el tribunal constitucional lo habilitara. El desenlace fue desastroso: una elección cuestionada, denuncias de fraude y un estallido social que terminó con su salida del poder y autoexilio. Lo que él llamó "golpe de Estado", para otros fue el desenlace de un ciclo agotado por su propia obstinación.
La sentencia de 2025 revierte ese precedente de 2017, en el que el mismo tribunal declaró la reelección indefinida como un derecho humano. Hoy, ese argumento ha sido descartado. El fallo reconoce que permitir la perpetuación en el poder socava los principios democráticos y constitucionales.
Lejos de acatar la decisión, Morales reaccionó con desafío. Desde sus redes sociales sostuvo que "solo el pueblo puede pedirme que decline mi candidatura", en una afirmación que ignora deliberadamente la supremacía de la Constitución. No es la primera vez que Morales confronta al orden institucional cuando no le resulta favorable.
Hace unas horas, incluso cuando el presidente Luis Arce renunció a su propia candidatura para evitar dividir a la izquierda, Morales mantuvo su postura. No solo rechazó la oferta de unidad, sino que insistió en una narrativa de persecución, como si el país estuviera obligado a rehabilitarlo por su pasado.
La Constitución Política del Estado vigente en Bolivia no prohibe la reelección discontinua. El Art. 168 de nuestra CPE, establece: “El periodo de mandato de la Presidenta o del Presidente y de la Vicepresidenta o del Vicepresidente del Estado es de cinco años, y pueden ser…
— Evo Morales Ayma (@evoespueblo) May 14, 2025
Este intento por regresar, sin autocrítica y sin relevo, ha expuesto la lógica de un liderazgo personalista que insiste en centralizar el destino de un partido y de una nación en torno a su figura. Morales ya no es símbolo de renovación: es la sombra de un conflicto irresuelto que amenaza con revivir la polarización del pasado.
El fallo, en cambio, puede leerse como un esfuerzo institucional por cerrar heridas. Bolivia necesita mirar hacia adelante. La candidatura emergente de Andrónico Rodríguez dentro del MAS termina de confirmar que hay liderazgos dispuestos a dejar atrás el caudillismo. Pero mientras Morales siga negando el retiro, el proceso será más turbulento.
🇧🇴 | ÚLTIMA HORA: EVO MORALES NO PODRÁ SER CANDIDATO PRESIDENCIAL EN BOLIVIA:
— News Day Mundo (@NewsDayMundo) May 14, 2025
Ya lo oficializó el Tribunal Constitucional (TCP), quién declaró la inconstitucionalidad de la norma vigente sobre la posible reelección presidencial. pic.twitter.com/6nUkQUg8tJ
El retorno de Evo Morales a la arena política no solo desafía la letra de la ley: desafía la memoria de una crisis que dividió al país. Su negativa a aceptar la inhabilitación judicial lo posiciona más como factor de riesgo que como estadista. Bolivia, para sanar, necesita pasar la página. Y Evo, reconocer su epílogo.