
Durante su visita a China, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, formalizó la adhesión del país a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), un megaproyecto chino que financia infraestructura global. Desde Beijing, Petro anunció una visión para desarrollar una red ferroviaria continental que integre América Latina, promoviendo el comercio y la movilidad sostenible. La propuesta, presentada en la IV Cumbre Ministerial China-Celac, busca emular el éxito chino en trenes de alta velocidad.
China se posiciona como un aliado clave para Petro, quien destacó la necesidad de diversificar las relaciones comerciales de Colombia, reduciendo la dependencia de EE. UU. El presidente Xi Jinping expresó su disposición a importar más productos colombianos y respaldar inversiones en infraestructura, incluyendo posibles proyectos ferroviarios. Sin embargo, la falta de detalles técnicos y acuerdos con otros países latinoamericanos genera incertidumbre sobre la factibilidad de la iniciativa.
Críticas internas y externas han surgido con fuerza. La Cámara Colombo-Americana, liderada por María Claudia Lacouture, advirtió que la adhesión a la BRI podría tensionar las relaciones con EE. UU., principal destino de las exportaciones colombianas (35% del total). Mauricio Claver-Carone, enviado especial de EE. UU., sugerió que el acercamiento a China podría beneficiar a competidores como Ecuador en mercados como el café y las flores. Estas preocupaciones se intensifican tras las recientes disputas entre Petro y Donald Trump, quien amenazó con aranceles del 25% a productos colombianos.
El panorama económico plantea desafíos significativos. Colombia enfrenta un déficit fiscal y prioridades sociales urgentes, como la salud y la educación, que compiten por recursos. Proyectos ferroviarios de gran escala requieren inversiones multimillonarias, acuerdos regulatorios transnacionales y sostenibilidad a largo plazo, elementos ausentes en la propuesta actual. Asimismo, sin estudios de viabilidad públicos, el plan parece más una declaración política que un proyecto estructurado.
La experiencia china, aunque atractiva, no está exenta de riesgos. Países como Etiopía y Laos, beneficiarios de proyectos ferroviarios chinos, han enfrentado sobrecostos y deudas significativas. En América Latina, la topografía diversa y los contextos políticos fragmentados complican aún más la replicación de este modelo. Petro mencionó conexiones ferroviarias con Venezuela, Ecuador y Perú, pero ningún gobierno de estos países ha confirmado su apoyo.
En Colombia, el sistema ferroviario es un reflejo de décadas de abandono. Líneas como La Dorada-Chiriguaná muestran avances limitados, y promesas de campaña, como el tren Buenaventura-Barranquilla, no han despegado. Publicaciones en X reflejan el escepticismo local, con críticos señalando que el gobierno de Petro no ha cumplido metas previas de infraestructura férrea, según el Departamento Nacional de Planeación. Este historial pone en duda la capacidad de ejecutar un proyecto de escala continental.
A pesar de los obstáculos, la visión de Petro resuena con una narrativa de soberanía económica y multipolaridad. Como presidente pro tempore de la Celac, busca posicionar a Colombia como un puente entre China y América Latina, promoviendo un orden global menos dependiente de potencias occidentales. Sin embargo, los retos son muy grandes y parecen ser estas ideas poco realistas y más alineadas a una narrativa política.