
Cuando el periodismo se rinde ante el marketing, ocurren escenas como esta: Zara S. Driss, directora de Ventas de CNN para Oriente Medio y África, sentada en el palacio presidencial de Malabo, reuniéndose con Teodoro Nguema Obiang Mangue, vicepresidente de Guinea Ecuatorial e hijo del dictador más longevo del mundo.
No fue una entrevista ni un informe de investigación. Fue una cita comercial.
Y no fue un error. Fue decisión de Mark Thompson, presidente y CEO de CNN Worldwide, quien envió a su equipo de ventas a ofrecer la cadena como herramienta de promoción de un régimen acusado de torturas, represión y genocidio estructural.
Mark Thompson no es un improvisado. Es uno de los nombres más reconocidos del periodismo internacional. Fue director general de la BBC entre 2004 y 2012, etapa durante la cual lideró procesos de digitalización y enfrentó escándalos internos de censura. Luego fue CEO de The New York Times (2012-2020), donde impulsó su transformación digital y recuperó suscriptores. En ambos medios, su bandera fue la integridad editorial y la defensa de la democracia.
Por eso, sorprende –o escandaliza– que al frente de CNN, Thompson haya optado por convertir la cadena en un socio comercial de una de las dictaduras más longevas y corruptas del planeta. La señal que prometía “restaurar su credibilidad”, ahora firma acuerdos de blanqueo institucional con represores impunes.
La reunión fue publicada con entusiasmo por el propio vicepresidente ecuatoguineano, quien en la práctica lleva las riendas de la dictadura, en redes sociales, como un trofeo: “He recibido en audiencia a Zara S. Driss, directora de Ventas para Oriente Medio y África de CNN International, quien me ha transmitido el interés de la cadena en dar a conocer al mundo el potencial de Guinea Ecuatorial como destino turístico, de inversión y desarrollo”.
¿Potencial turístico? ¿Desarrollo? CNN, la cadena que se muestra moralmente superior cuando se trata de cuestionar democracias como Israel, prefiere cerrar los ojos ante una dictadura que encarcela opositores, prohíbe lenguas locales y usa dinamita como herramienta represiva.
Annobón es una pequeña isla atlántica que, tras siglos de abandono, hoy es un símbolo brutal del autoritarismo y la exclusión. Bajo Francisco Macías Nguema y su sucesor, Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, sus habitantes fueron deportados, privados de derechos, usados como esclavos agrícolas, y sometidos a represión cultural y ecológica.
Hoy, unos 500 soldados vigilan una comunidad sin escuelas, sin hospitales, sin futuro. La isla fue usada como cárcel y vertedero tóxico. En 2023, 38 personas fueron secuestradas por el Estado tras pedir que cesen las explosiones con dinamita.
Organismos internacionales lo denuncian sin ambigüedades:
- Human Rights Watch: “La represión política en Guinea Ecuatorial es generalizada y persistente, con torturas, detenciones arbitrarias y censura sistemática”.
- Freedom House: Califica al país con 5/100 puntos y lo define como "no libre".
- Amnistía Internacional: “Annobón vive condiciones equiparables a una política de exterminio cultural”.
- Organización de las Naciones Unidas: “La situación podría constituir una forma de genocidio estructural y apartheid administrativo”.
- Organización de Naciones y Pueblos No Representados: Insta a España a asumir su responsabilidad histórica sobre Annobón.
- Access Now: Denuncia censura digital y bloqueos sistemáticos a la disidencia.
CNN no aclaró el motivo del encuentro. No pidió disculpas. Porque no hubo error, hubo interés. La reunión no fue periodística, sino comercial, y se suma a una larga tradición de medios que critican con vehemencia a ciertos gobiernos mientras silencian crímenes de otros, si hay dinero de por medio.
En este caso, el negocio es la publicidad institucional disfrazada de periodismo global. CNN ofrece pantallas, presencia, entrevistas positivas. A cambio, el régimen paga con fondos estatales surgidos de una cleptocracia sin límites. Según Global Witness y Transparency International, la familia Obiang ha desviado miles de millones en petróleo hacia cuentas privadas mientras su población vive en la miseria.
El régimen ecuatoguineano atraviesa una crisis interna profunda. Aunque Teodoro Obiang Nguema aún vive, su salud es crítica y las peleas por la sucesión se recrudecen. En las últimas semanas, circulan trascendidos creíbles sobre un tiroteo en el palacio, donde Armengol Ondoengema, hermano del dictador, habría sido herido por un familiar directo en el marco de una disputa interna por el poder.
Si bien el gobierno intenta ocultarlo, la tensión es vox populi en Malabo y en los servicios diplomáticos occidentales. La familia de la primera dama, Constancia Mangue, estaría enfrentada abiertamente con los hijos del herido, lo que ha desatado una guerra interna de facciones palaciegas.
Y CNN, lejos de investigar estos hechos, elige sentarse a negociar enviando a Zara S. Driss, directora de Ventas de CNN para Oriente Medio y África, contratos publicitarios con los protagonistas del caos.
Mark Thompson construyó su reputación sobre conceptos como independencia editorial, responsabilidad institucional y compromiso democrático. Hoy, desde la presidencia de CNN, rompe con todo eso al convertir a la cadena en una agencia de relaciones públicas de dictadores.
¿Cuánto vale una entrevista en horario central? ¿Cuánto cuesta un informe “positivo” sobre inversiones en un país sin prensa libre? CNN ya tiene la respuesta. Y el periodismo, otra mancha.