19/05/2025 - Edición Nº832

Internacionales

Poder y excentricidad

El dictador de Italia que olía a ajo: Mussolini y la ensalada que escandalizó a Europa

19/05/2025 | Mientras gobernaba con puño de hierro, Benito Mussolini cenaba cada noche una ensalada de ajo crudo.



Un menú que olía a autoritarismo

Benito Mussolini, fundador del fascismo italiano, no solo fue una figura clave del siglo XX por su papel político y militar. También dejó una marca singular en la historia por su dieta. Cada noche, el Duce cenaba lo mismo: una ensalada compuesta exclusivamente por dientes de ajo crudo, aderezados con aceite de oliva y unas gotas de limón.

Para muchos, puede parecer un detalle pintoresco o incluso grotesco. Pero este gesto culinario no era inocente. Representaba una declaración ideológica, una forma de vida, un mensaje. Mussolini despreciaba los lujos de la cocina francesa, a la que llamaba "inútil y decadente", y optaba por una comida fuerte, austera, tradicional. Como su régimen.

Ajo, política e identidad nacional

El ajo, alimento humilde y popular, fue elevado por Mussolini a símbolo de virilidad, rusticidad y patriotismo. En colaboración con el futurista Filippo Tommaso Marinetti, lideró campañas públicas contra la pasta, que consideraba un alimento que debilitaba al hombre italiano. En su visión, la fuerza física, la sencillez y la disciplina debían extenderse incluso al plato.

Así, el ajo crudo no era solo una cuestión de gusto: era ideología servida en la mesa. El líder fascista quería proyectar una imagen de fortaleza espartana y autosuficiencia. Su ensalada diaria era, en cierto modo, una metáfora comestible del fascismo mismo: dura, agresiva, antiintelectual.

Olores que incomodan

Pero la dieta del Duce tenía consecuencias. El olor a ajo impregnaba su aliento y su entorno. Su esposa, Rachele Mussolini, confesó que a veces prefería dormir en otra habitación por la intensidad del aroma. Sus colaboradores, aunque no se atrevían a decirlo abiertamente, sufrían las secuelas olfativas del líder.

Además, el consumo excesivo de ajo le provocó serios problemas gástricos. Mussolini padecía acidez, estreñimiento crónico y úlceras. Su aparente disciplina alimenticia era en realidad una penitencia constante, un sacrificio autoimpuesto que encajaba perfectamente con su visión del deber y la renuncia personal.

Fascismo hasta en la cocina

Lo más fascinante de esta historia es cómo una elección tan trivial —qué cenar— puede encapsular una visión del mundo. Mussolini no improvisaba: cada aspecto de su vida estaba pensado como un acto político. Su menú diario formaba parte del espectáculo del poder, tanto como sus discursos desde el balcón de Palazzo Venezia.

Hoy, a casi un siglo de distancia, esa ensalada de ajo sigue siendo un símbolo: del exceso, del control, del rechazo a lo diverso. Y también, quizá, de lo ridículo que puede ser el intento de imponer ideología hasta en lo que comemos. Un plato puede decir más de un régimen que su propaganda.


Benito Amilcare Andrea Mussolini fue un político, militar y dictador fascista italiano.

Una historia que huele fuerte

En tiempos de redes sociales, donde el pasado se convierte en contenido viral, el reel que rescata esta anécdota ha captado millones de vistas. Porque mezcla lo absurdo con lo inquietante, lo cómico con lo trágico. Porque, en definitiva, pocas cosas nos acercan tanto a la humanidad —o monstruosidad— de un dictador como saber qué tenía en su plato cada noche.