19/05/2025 - Edición Nº832

Internacionales

EL gesto que conmovió a Roma y al mundo

El único abrazo de León XIV fue para su hermano: una escena inédita que humaniza al nuevo Papa

18/05/2025 | Tras la Misa inaugural, el Papa León XIV recibió un solo abrazo: el de su hermano mayor, Louis. Un momento emotivo que conmovió a los fieles y recordó la importancia del amor familiar, incluso en lo más alto de la Iglesia.



Un instante de eternidad se abrió paso entre los himnos, los aplausos y el incienso. Roma, Plaza de San Pedro. Entre miles de fieles, líderes religiosos y autoridades mundiales, el silencio se hizo notable cuando, tras la Misa inaugural, un hombre se acercó lentamente al nuevo Papa. Era Louis, el hermano mayor de León XIV —antes Robert Prevost—. No hizo una reverencia. No le besó el anillo. Simplemente lo abrazó.

Pero no fue un abrazo cualquiera. Fue un gesto cargado de memoria, como si en ese breve contacto se entrelazaran dos vidas, dos historias y un secreto antiguo que solo los hermanos comparten. Un símbolo invisible pareció flotar entre ellos: un rosario de infancia, tejido de juegos, silencios y oraciones susurradas en la penumbra. Nadie más tocó al Papa ese día. Solo él. Y por un instante, el mármol del Vaticano pareció latir con algo más antiguo que la Iglesia: el amor que no necesita palabras.

Fue el único abrazo que recibió el Papa ese día.

La escena fue breve pero inolvidable. En un entorno dominado por la liturgia solemne, los coros celestiales y la magnitud histórica del momento, ese gesto fraternal irrumpió con fuerza. No estaba ensayado. No seguía protocolo. Fue puro, humano, real.

El valor del apoyo familiar en la cima de la Iglesia

El abrazo entre Louis y León XIV rescató una dimensión muchas veces olvidada en los análisis del papado: la del afecto cotidiano, la de la raíz familiar. En el corazón de cada gran misión espiritual, hay una red invisible de sostén emocional. Y en este caso, esa red tomó forma de abrazo.

Un gesto inusual, incluso en la historia papal

Aunque muchos papas han tenido hermanos o hermanas, pocas veces se ha visto una escena como la de este domingo. Juan Pablo II tuvo un hermano mayor, Edmund, pero este falleció cuando Karol Wojtyła aún era joven. Benedicto XVI sí mantuvo una relación cercana con su hermano Georg Ratzinger, también sacerdote, pero nunca se vio un abrazo público como este en una ceremonia papal.

Más atrás en el tiempo, León XIII fue uno de ocho hermanos, y Pío IX tuvo una familia numerosa, pero en la época, la visibilidad pública de esos vínculos era prácticamente inexistente. La mayoría de los papas, al llegar al trono de Pedro, quedaban “despegados” de sus relaciones familiares por el peso del cargo.

León XIV rompió con esa tradición con un gesto silencioso pero elocuente.

¿Cómo impacta este abrazo en la percepción del papado?

En tiempos de desafección institucional y crisis de confianza, gestos como este resultan poderosos. Lejos de la frialdad burocrática, León XIV se mostró como un pastor con rostro humano. El abrazo con su hermano simboliza que el nuevo pontificado puede estar signado por la calidez, la cercanía y una comprensión profunda de las relaciones humanas.

Este inicio tan personal puede marcar un cambio en el tono comunicacional del Vaticano. León XIV se presenta no solo como un sucesor de Pedro, sino como alguien que entiende el valor del vínculo, la importancia del apoyo íntimo, y que no teme mostrarlo públicamente.

La reacción de los asistentes: lágrimas, aplausos y silencio reverente

Los presentes en la Plaza de San Pedro —entre ellos diplomáticos, cardenales y miles de peregrinos— reaccionaron con una mezcla de sorpresa y emoción. Algunos rompieron en aplausos espontáneos, otros simplemente se persignaron con lágrimas en los ojos. En las primeras filas, más de un rostro eclesiástico dejó ver una sonrisa sincera.

“Fue el momento más auténtico de toda la ceremonia”, dijo una religiosa argentina que viajó especialmente a Roma. “En ese abrazo vimos al hombre que hay detrás del Papa. Y eso nos dio esperanza”.

Un comienzo con corazón

Así comenzó el pontificado de León XIV: con un abrazo. No de un cardenal, no de un jefe de Estado, sino del hermano que compartió con él la infancia, los silencios, las dudas y seguramente las primeras oraciones. Ese abrazo fue más que un gesto afectivo. Fue una declaración de principios. Una Iglesia que no teme mostrarse humana, que valora el amor familiar, y que comienza su camino con un corazón abierto.

Como dice el Salmo 133:
“¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía!”