16/06/2025 - Edición Nº860

Política

El fin del PRO

Horacio Rodríguez Larreta, el verdugo de Mauricio Macri

18/05/2025 | La elección legislativa en CABA marcó el colapso del PRO, la derrota de Mauricio Macri y el regreso de Horacio Rodríguez Larreta, quien concretó su venganza política tras haber sido desplazado en 2023.



La elección legislativa en la Ciudad de Buenos Aires no solo confirmó la consolidación del oficialismo libertario. También marcó un punto de quiebre histórico en la centroderecha argentina: la caída estrepitosa del PRO, el partido que gobernó la capital durante casi dos décadas, y la silenciosa pero implacable venganza de Horacio Rodríguez Larreta.

Con el 90% de las mesas escrutadas, la lista encabezada por Manuel Adorni, vocero presidencial y candidato de Javier Milei, se impuso con el 30% de los votos. Segundo quedó Leandro Santoro con el 27,4%, y en un lejano y humillante tercer lugar, Silvia Lospennato, la apuesta del macrismo, con apenas el 15,8%. El resultado fue tan duro que Mauricio Macri —presente en el búnker— optó por no hablar. Incluso reaccionó con visible enojo cuando un periodista se animó a preguntarle si este era “el fin del PRO”.

La respuesta, aunque evitada, ya circulaba en las pantallas: sí, el PRO está terminado. Y no solo por el número: por el símbolo. Ninguna comuna, ninguna victoria parcial, ni siquiera una performance decorosa. Después de 18 años en el poder, el partido amarillo quedó tercero y desorientado, sin brújula ni liderazgo claro. Su figura fundacional, Macri, herido por dentro. Y su último candidato fuerte, Larreta, convertido en verdugo.

Porque si hay un dato político que no pasó inadvertido fue el 8% obtenido por el exjefe de Gobierno, a costa de los votos del macrismo. Alejado del PRO y enfrentado abiertamente a su primo Jorge Macri, Larreta logró colar su lista a la Legislatura y colocarse nuevamente en el mapa político porteño. “Volvimos”, gritó desde su pequeño pero eufórico búnker. Y no era una frase vacía: volvía al centro de la escena luego de que su candidatura presidencial fuera dinamitada internamente por el propio Mauricio Macri, quien eligió apoyar a Patricia Bullrich en la interna del 2023.

La historia es conocida: Bullrich perdió, luego se plegó a Milei y asumió el Ministerio de Seguridad. Larreta se refugió en el silencio. Macri creyó haberlo liquidado. Pero la política —como la vida— siempre guarda espacio para las revanchas. La elección de hoy le dio a Larreta una oportunidad para ajustar cuentas, y la aprovechó: su espacio ingresó tres bancas, sumó visibilidad, y dejó al PRO herido de muerte. Lo hizo, además, a costa del electorado de Macri, que ahora presenta profundas dificultades para mantener el poder en CABA.

Mientras tanto, Bullrich también rompía lanzas con su viejo jefe político: “Una persona con muy poco carácter”, lo definió en el marco del acto electoral, desmarcándose de cualquier pertenencia residual al macrismo. La centroderecha porteña quedó, así, partida en tres: una fracción libertaria en el gobierno, un larretismo en reconstrucción y un macrismo que ya parece formar parte del pasado.

Adorni, el vocero que se transformó en candidato, se convirtió además en símbolo del desplazamiento del poder simbólico: no solo ganó, sino que lo hizo como expresión del mileismo más puro, con discurso nacional y sin ceder nada al aparato del PRO. Una postal de época.

Larreta, por su parte, aprovechó su irrupción para golpear donde más duele: la gestión de Jorge Macri. “La ciudad está sucia, hay olor a pis”, repitió en campaña, usando la misma frase que en su momento le costó burlas y memes. Pero el mensaje caló. Y ayer lo dejó claro: “Los porteños confirmaron lo que venía escuchando barrio por barrio: la gestión es mala”. Volvió con críticas, volvió con votos, y volvió con sed de revancha.

Mauricio Macri, por primera vez en casi dos décadas años, asistió al espectáculo de su propia caída. Con cara de piedra, sin micrófono, sin respuestas. El “ingeniero” que soñó con una centroderecha moderna, terminó devorado por su criatura. Larreta —el alumno obediente que se rebeló— fue el que bajó el telón.