19/05/2025 - Edición Nº832

Internacionales

Vaticano y poder global

León XIV recibió a JD Vance y Rubio: la Iglesia, la paz, Trump y la geopolítica en juego

19/05/2025 | El Papa se reunió formalmente con el vicepresidente de EE.UU. en una audiencia clave. La ausencia de Donald Trump y Melania, católica e influyente, marcó un contrapunto político y religioso. El rol de Marco Rubio, la Iglesia estadounidense y el poder del dinero en el nuevo mapa vaticano.



Apenas iniciado su pontificado, León XIV empieza a dar señales claras del tipo de Papa que será en la escena internacional. La audiencia de este lunes con el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, fue más que un gesto diplomático: fue una declaración de prioridades. Mientras otros líderes fueron recibidos entre bambalinas, Vance fue el primero en ingresar al Palacio Apostólico por la puerta grande, con todos los protocolos de una visita de Estado. El contraste fue evidente con lo ocurrido apenas horas antes: la presidenta de Perú, país del que es originario por elección propia como segunda ciudadanía el cardenal Prevost, tuvo una recepción amable pero discreta, fuera de cámaras, en el aterdecer romano. La diferencia habla no solo del peso específico de Washington en la escena global, sino también del orden simbólico que el nuevo Papa empieza a establecer en su diplomacia.


El papa León XIV junto al vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, y su mujer, Usha Vance - Vatican News

No es casualidad que el primer encuentro oficial de León XIV con una figura política haya sido con un representante estadounidense y católico. Estados Unidos no solo es potencia militar y económica, sino que sostiene buena parte de la estructura global de la Iglesia católica a través de sus fieles, sus donaciones millonarias y su red de influencia en instituciones clave. La Iglesia de Estados Unidos fue determinante en el cónclave que eligió a León XIV, y ahora comienza a cosechar.

La elección de un Papa nacido en Estados Unidos parecía una oportunidad única para reconfigurar los vínculos entre la Casa Blanca y el Vaticano. Sin embargo, la realidad mostró un contraste llamativo: Donald Trump decidió no asistir a la misa de inicio del pontificado, dejando vacante una silla simbólica que, en tiempos de guerra y polarización, pesó más por su vacío que por su protocolo.

J.D. Vance, vicepresidente de fe católica reciente, y el influyente Marco Rubio, fueron los encargados de representar a Estados Unidos en Roma. Ambos participaron activamente en los actos oficiales, se reunieron con diplomáticos europeos y fueron recibidos en audiencia privada por el Papa. Pero su presencia, aunque correcta, no alcanzó el espesor político ni diplomático que hubiera tenido la del presidente en funciones.

La decisión de Trump fue interpretada como un mensaje. Lejos de rendirse al impacto simbólico de compartir patria con el nuevo Papa, eligió el silencio. Y en diplomacia, el silencio también habla. León XIV es, en efecto, el primer Papa estadounidense, pero también un pastor de raíces latinoamericanas, con formación franciscana y una sensibilidad política alejada de la retórica nacionalista y confrontativa de Trump.

El Vaticano mantiene una postura crítica frente a varios ejes de la agenda trumpista: la militarización global, el recorte a políticas migratorias, el negacionismo climático y la mercantilización de la política internacional. Son puntos de fricción que ni siquiera un Papa con pasaporte estadounidense parece poder limar.

Además, la estructura eclesiástica de EE.UU. —una de las más poderosas del mundo— ha ganado protagonismo. Fue clave en el cónclave, tiene un rol central en el financiamiento vaticano, y ahora aparece dividida: entre un episcopado que mira con desconfianza a Trump y sectores conservadores que buscan influir desde adentro.

El encuentro con León XIV se enfocó en los conflictos que desangran al planeta: Ucrania y Gaza estuvieron en el centro del diálogo. Pero también se habló del papel que la Iglesia puede cumplir como mediadora en tiempos de polarización extrema. Vance, primer vicepresidente católico republicano, encarna ese punto de contacto. La elección de León XIV encuentra a la Santa Sede ante un mundo quebrado y a una superpotencia con una administración de doble rostro: un presidente aislado del Vaticano y un vicepresidente dispuesto al diálogo.

La presencia de Marco Rubio en la comitiva no fue menor. Exsenador por Florida, actual Secretario de Estado de los Estados Unidos de América, hijo de inmigrantes cubanos, católico ferviente y aliado histórico de la Iglesia en América Latina, Rubio representa la pata vaticana del trumpismo. Su cercanía con sectores conservadores del episcopado estadounidense refuerza el mensaje: la Iglesia de EE.UU. no solo habla con el Papa, sino que quiere marcar agenda.

Marco Rubio y León XIV.

La cita entre León XIV y Vance, entonces, no fue solo un gesto de cortesía. Fue un movimiento medido en la partida geopolítica que acaba de comenzar. El nuevo Papa sabe que necesitará de la Iglesia estadounidense para sostener su liderazgo: por recursos, por institucionalidad y por alcance. Pero también quiere mostrar autonomía. La foto con Vance no fue una concesión: fue una elección.

Un nuevo mapa para la política exterior del Vaticano

La entronización de León XIV, su primer gran audiencia con un enviado de alto rango estadounidense y la ausencia deliberada de Donald Trump marcan también un giro en la política exterior de la Santa Sede. El Vaticano parece reconfigurar sus alianzas, buscando consolidar una diplomacia multilateral, más descentralizada y menos dependiente de los vínculos personales con los presidentes en ejercicio. Ya no se trata de repetir el esquema de Francisco con Obama o con Biden: León XIV apunta a reconstruir el prestigio vaticano como actor autónomo, mediador en zonas de conflicto, y voz moral ante potencias que hoy solo dialogan en términos de fuerza.

Este modelo, sin embargo, no está exento de desafíos. La tensión con la Casa Blanca de Trump pone a prueba la capacidad del Papa para sostener canales abiertos sin convalidar políticas que chocan con la doctrina social de la Iglesia. Al mismo tiempo, el peso creciente de la Iglesia estadounidense —en recursos, en influencia interna y en capacidad de lobby— obliga al Vaticano a equilibrar cuidadosamente su autonomía con una dependencia estructural inevitable.

Con Vance como interlocutor y Rubio como enlace político, León XIV inicia su pontificado en una cuerda floja diplomática: necesita de Estados Unidos, pero no puede entregarse a sus vaivenes. Frente a la guerra en Ucrania, el estancamiento en Gaza y la emergencia migratoria en África y América Latina, la Santa Sede intenta recuperar su capacidad de intercesión global. El Papa, que alguna vez fue obispo entre los pobres del Perú, ahora deberá ser también estadista entre gigantes.

El papa León XIV recibió a JD Vance y Marco Rubio en el Vaticano (REUTERS)

La pregunta que queda abierta es si Estados Unidos —con Trump al mando— está dispuesto a ver al Vaticano como socio estratégico o solo como un actor ceremonial. Por ahora, el gesto más potente fue la ausencia.