19/05/2025 - Edición Nº832

Internacionales

El gesto ausente ya fue leído en Roma

Ante la ausencia de Milei, por la elección en CABA, León XIV recibió a Pettovello y Werthein

19/05/2025 | El Papa nacido en EE.UU. y criado en Perú recibió a los enviados argentinos en Roma. El presidente Javier Milei se quedó en Buenos Aires por los comicios en la Ciudad. Mientras la Iglesia refuerza su red global, Argentina llega con gestos mínimos y silencios elocuentes.



La diplomacia vaticana está acostumbrada a leer entre líneas, medir gestos y decodificar silencios. No necesita comunicados ni despliegues para entender cuándo un presidente acude y cuándo se ausenta. En ese tablero cargado de símbolos, la decisión de Javier Milei de no asistir al primer encuentro oficial con León XIV -recién entronizado como líder espiritual de más de mil millones de católicos- dejó una señal difícil de ignorar. Aunque el Papa recibirá al mandatario argentino en las próximas semanas, el mensaje ya fue enviado, y en Roma fue interpretado con precisión quirúrgica.

En su lugar, viajaron la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, figura clave del ala ejecutiva libertaria, y el Canciller argentino, Gerardo Werthein. La audiencia fue cordial, incluso afectuosa. Hubo gestos de respeto mutuo, menciones a los pobres, a la crisis social argentina, al compromiso con la paz en América Latina. Pero hubo también algo más: la certeza de que, para Milei, las elecciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires -donde su espacio se juega un delicado equilibrio interno- pesaban más que la foto con el Papa.

Una ausencia con impacto diplomático

No es la primera vez que un presidente argentino y un Papa enfrentan una relación tensa. Las fricciones entre Mauricio Macri y Francisco, o los cortocircuitos más recientes con Alberto Fernández, marcaron una década donde Roma observó con creciente distancia a Buenos Aires. Sin embargo, el caso de Milei es particular: no solo llega con un discurso fuertemente liberal, sino que su plataforma se ha construido muchas veces en oposición a la tradición social de la Iglesia. Su retórica anticasta, su desprecio por la intermediación institucional, e incluso su exabrupto contra el propio Papa Francisco (“el maligno en la Tierra”) forman parte de una memoria reciente que en el Vaticano no se olvida fácilmente.

La ausencia en Roma no se limita a un gesto diplomático: se convierte en un punto de inflexión. León XIV es el primer Papa nacido en Estados Unidos, con una trayectoria pastoral en Perú, sensibilidad americana y espíritu reformista. Su elección representó un giro desde las periferias hacia el corazón del poder global. Para un presidente argentino, acudir a su entronización o visitarlo en los primeros días hubiera significado insertarse en esa dinámica. No hacerlo, deja la imagen de una Argentina replegada en sus urgencias domésticas, incapaz -o poco dispuesta- a jugar en el plano simbólico de la geopolítica vaticana.

Milei ante el mundo: pragmatismo o desconexión

Desde el plano internacional, la no presencia de Milei resuena con fuerza. En una ceremonia que contó con la vicepresidencia de Estados Unidos, figuras clave del nuevo bloque europeo, y emisarios de China, África y América Latina, la ausencia del presidente argentino refuerza la percepción de un gobierno más volcado al corto plazo electoral que al mediano plazo estratégico.

Este no es solo un tema religioso. El Vaticano es, por historia y estructura, un nodo diplomático de altísima relevancia. Es mediador en conflictos, articulador de redes humanitarias, influenciador moral en decisiones multilaterales. La presencia o ausencia ante su figura no solo marca afinidades espirituales, sino también posicionamientos geopolíticos.

Para un Milei que busca inversiones, reconocimiento y liderazgo hemisférico, desatender ese escenario puede parecer un exceso de pragmatismo. Pero en la escena internacional, el simbolismo es parte del poder. No hay lugar para la improvisación. Y los gestos -como en la liturgia- hablan más que los discursos.

La ausencia de Milei en Roma también puede leerse desde una clave estrictamente doméstica. El presidente tenía previsto viajar a la misa de entronización de León XIV, a quien había vinculado en sus discursos con “las fuerzas del cielo”, pero suspendió el viaje a último momento para mantenerse en Buenos Aires durante las elecciones porteñas. La verdadera razón, según fuentes cercanas al oficialismo, fue contener la creciente tensión interna entre su hermana Karina y el estratega Santiago Caputo. Karina, que se negó a subir al avión para quedarse supervisando la votación en CABA, es hoy la pieza central del armado libertario y no viaja, ni deja viajar, sin su control. La interna se volvió más evidente en el cierre de campaña de Manuel Adorni, donde las huestes de Caputo -encabezadas por el Gordo Dan y Agustín Romo- ingresaron al acto como una fuerza paralela, provocando choques con el aparato de Karina. Con ese telón de fondo, Milei eligió quedarse en el hotel Libertador y evitar que una ausencia presidencial exacerbara un conflicto que amenaza con fracturar al oficialismo desde adentro. En ese juego, el Vaticano quedó postergado.

La Iglesia en la Argentina: un actor que no se retira

La historia argentina está profundamente atravesada por el rol de la Iglesia. Desde el pacto preexistente con el Estado en el siglo XIX, pasando por su papel en los años 30, su influencia en el primer peronismo, su oscilación entre la resistencia y la complicidad durante la dictadura, hasta su lugar en la reconstrucción democrática: la Iglesia Católica nunca fue un actor periférico.

Hoy, si bien su influencia cultural ha disminuido frente al avance de otras agendas sociales, su capacidad de intervención territorial y su presencia en las zonas más vulnerables del país sigue siendo decisiva. En plena crisis alimentaria y con una pobreza estructural agravada, son las parroquias, las organizaciones católicas y los obispos quienes muchas veces canalizan las demandas que el Estado ya no atiende.

En ese contexto, el gesto de Pettovello -una ministra sin vínculos orgánicos con la Iglesia, pero con credenciales técnicas- no alcanza para recomponer una relación dañada. Werthein, diplomático experimentado y empresario con redes internacionales, puede construir puentes. Pero el vínculo con Roma es político, simbólico y espiritual. No se delega tan fácilmente.

¿Y ahora qué?

León XIV parece haber entendido que su pontificado necesitará equilibrar múltiples tensiones: entre el Norte y el Sur, entre la Iglesia institucional y las bases, entre la diplomacia del Vaticano y la inmediatez de los líderes populistas. Su gesto con Argentina fue elegante: recibió a los enviados sin reproches, mantuvo abierta la puerta al presidente, y evitó cualquier exposición innecesaria.

Pero el Vaticano no olvida. Observa, registra y actúa en el tiempo largo. La pregunta que queda flotando es si Javier Milei comprenderá el valor estratégico de ese vínculo o seguirá priorizando lo urgente sobre lo importante. Porque en la política internacional, como en la fe, los tiempos también son una forma de poder.