
El nuevo embajador de Estados Unidos en México, Ronald Johnson, designado por el presidente Donald Trump, aterrizó en suelo mexicano con una agenda cargada de simbolismo y tensión. En sus primeras 48 horas en el país, Johnson dejó en claro que su misión no será discreta ni apolítica.
Exboina verde, exagente de la CIA y vinculado a los sectores más conservadores de Washington, Johnson inició su gestión con tres gestos cuidadosamente medidos: una reunión protocolar con la presidenta Claudia Sheinbaum, una visita con su esposa a la Basílica de Guadalupe, y una cena con el dirigente Eduardo Verástegui, aspirante presidencial de corte trumpista.
Durante el encuentro con Sheinbaum, Johnson expresó su deseo de fortalecer la colaboración bilateral en materia de seguridad, migración y comercio, aunque evitó compromisos concretos.
La presidenta mexicana, por su parte, reiteró su voluntad de cooperación, pero rechazó tajantemente cualquier forma de intervención militar extranjera en territorio mexicano, una línea roja que ya había trazado frente a propuestas anteriores del propio Trump.
La designación de Johnson fue aprobada en el Senado estadounidense tras una votación ajustada y generó preocupación entre analistas y diplomáticos en México. Su perfil, alineado con el ala más dura del Partido Republicano, anticipa una postura inflexible frente al crimen organizado y una retórica centrada en el control migratorio.
Los sectores progresistas en México han alertado sobre el riesgo de que la embajada estadounidense se convierta en un bastión ideológico durante el nuevo ciclo presidencial. Johnson, además, cuenta con apoyos entre actores políticos conservadores mexicanos, como Verástegui, con quien compartió una cena que generó titulares y críticas.
Hoy me reuní con el gran equipo de la Embajada y los nueve consulados generales de 🇺🇸 en 🇲🇽. Con su entrega, alcanzaremos la visión de @POTUS @realDonaldTrump: que ambos países sean más prósperos, más seguros y más fuertes. La relación bilateral es clave. pic.twitter.com/xTqROuzWlV
— Embajador Ronald Johnson (@USAmbMex) May 20, 2025
Uno de los gestos más llamativos del embajador fue su visita a la Basílica de Guadalupe, donde se fotografió con su esposa frente a la imagen de la Virgen.
Aunque el acto fue presentado como una muestra de respeto cultural y religiosa, sectores críticos lo interpretaron como una forma de capitalizar el simbolismo religioso para reforzar su perfil conservador ante la sociedad mexicana.
El contexto binacional no podría ser más delicado: amenazas de Trump sobre aranceles a productos mexicanos, acusaciones cruzadas por el tráfico de armas y drogas, y una agenda migratoria que choca con los compromisos de derechos humanos firmados por México.
Johnson se enfrenta así a un reto complejo: cumplir los objetivos de una administración que busca resultados duros y rápidos, sin romper por completo los frágiles equilibrios diplomáticos con un gobierno mexicano que apuesta por la autonomía y el respeto mutuo.
The first thing U.S. Ambassador to Mexico Ronald Johnson did upon arriving in Mexico was visit the Shrine of Our Lady of Guadalupe with his wife to seek the intercession of the Virgin Mary. pic.twitter.com/JsZ3Viw0dN
— Sachin Jose (@Sachinettiyil) May 17, 2025
La llegada de Ronald Johnson a México marca un punto de inflexión en las relaciones bilaterales. Más que un diplomático tradicional, Johnson representa una visión de política exterior estadounidense con fuerte carga ideológica.
Su accionar podría tensar la relación con el gobierno de Sheinbaum, al tiempo que refuerza los vínculos con sectores mexicanos conservadores alineados con la agenda de Trump. Todo indica que la embajada estadounidense se convertirá en un actor más activo y menos neutral en la política interna mexicana durante los próximos meses.