
Hay relojes que no solo marcan la hora: marcan una época, una intriga, una forma de ver el mundo. Uno de ellos está en pleno corazón de Buenos Aires, en la Biblioteca del Congreso de la Nación. A simple vista, parece una pieza decorativa más, pero detrás de su esfera de bronce, esconde una historia que une a Argentina, España y Francia en un relato de monarcas, errores inmortales y caprichos reales que aún hoy dan de qué hablar.
En la majestuosa Biblioteca del Congreso de la Nación Argentina, entre vitrales, columnas de mármol y anaqueles centenarios, hay un rincón donde el tiempo parece haberse detenido. Allí, un reloj de caoba y bronce guarda no solo las horas, sino también una historia que conecta a la Argentina con la monarquía española y la corte francesa del siglo XVII. Fue un regalo de la Infanta Isabel de Borbón durante los fastuosos festejos del Centenario de la Revolución de Mayo, en 1910, y guarda en su esfera un detalle que intriga a historiadores, relojeros y curiosos por igual: el número cuatro está mal escrito.
Durante las celebraciones del primer centenario de la independencia argentina, numerosas delegaciones extranjeras llegaron al país con pompa y obsequios simbólicos. Entre ellas, destacó la figura de la Infanta Isabel de Borbón, hermana del rey Alfonso XII y tía del entonces monarca Alfonso XIII. En su calidad de representante oficial de España, fue recibida con honores y protagonizó actos públicos, cenas oficiales y recorridos protocolares.
Como parte de su visita, la Infanta donó un elegante reloj de péndulo de estilo europeo a la Biblioteca del Congreso, que hoy se conserva como un tesoro patrimonial. Su estructura está finamente trabajada en caoba, bronce dorado y cristal, con una maquinaria de precisión que aún funciona. Pero más allá de su belleza, lo que ha hecho famoso a este reloj es un enigmático error numérico en su esfera.
Si observamos los números romanos del reloj, salta a la vista que
Esta variación, que hoy es común en muchos relojes antiguos, tiene una leyenda tan fascinante como improbable que lo vincula al mismísimo Luis XIV de Francia, el famoso “Rey Sol”.
Según la historia popular, el monarca, obsesionado con los detalles, encargó un reloj de diseño perfecto. Al recibirlo, notó con furia que el número cuatro no se escribía como él esperaba. Ordenó decapitar al relojero, acusado de haber cometido un error imperdonable. Pero luego, al descubrir que la convención correcta era precisamente “IV”, decidió mantener el “IIII” en todos los relojes futuros. “El rey nunca se equivoca”, habría dicho. Y con eso bastó: el error se convirtió en norma.
Como muchas leyendas de palacio, esta historia es difícil de comprobar. Hay otras teorías más técnicas que explican el uso del “IIII” por cuestiones de simetría visual, equilibrio estético del cuadrante o incluso facilidad para los relojeros analfabetos del medioevo. Sin embargo, la versión del monarca iracundo sigue siendo la más citada y recordada.
“El cuatro con cuatro palitos es una convención estética que sobrevivió al tiempo. Si viene de un error, o de una decisión política, nadie puede confirmarlo. Pero nos sigue fascinando”, explica María del Carmen Ruiz, especialista en relojería antigua del Museo de Arte Decorativo.
El reloj de la Biblioteca no es solo un objeto decorativo. Es también un testigo silencioso de más de un siglo de historia parlamentaria argentina. Fue instalado poco después del regalo de la Infanta y forma parte del mobiliario original del edificio, hoy abierto al público como centro de investigación, exposición y memoria.
Podés visitar este reloj en la sede central de la Biblioteca del Congreso, en Alsina 1835, Ciudad de Buenos Aires. Se recomienda realizar visitas guiadas, que permiten apreciar no solo el reloj, sino también otros tesoros bibliográficos, obras de arte y vitrales originales de principios del siglo XX.