
El 3 de noviembre de 1903, Panamá se separó de Colombia con un respaldo inmediato de Estados Unidos. La ruptura fue impulsada por intereses estratégicos de Washington, especialmente su ambición de controlar la construcción del Canal de Panamá tras el fracaso del proyecto francés. El entonces presidente estadounidense Theodore Roosevelt respaldó abiertamente la secesión con una frase que ha quedado para la historia: "I took Panama".
Washington quería una vía interoceánica que facilitara el comercio y el despliegue naval. La negativa del Senado colombiano a ratificar el tratado que habría permitido la construcción del canal motivó la acción directa estadounidense. Tras la proclamación de independencia panameña, tropas estadounidenses desembarcaron para evitar cualquier acción militar colombiana. A cambio, EE. UU. obtuvo el control de una franja de territorio para la construcción y administración del canal hasta el año 1999.
En 2025, el expresidente Donald Trump ha provocado controversia al sugerir que Estados Unidos debería "recuperar el Canal de Panamá" debido a la supuesta creciente influencia china en la región. Aunque Panamá recuperó el control total del canal hace más de dos décadas, las declaraciones de Trump reavivan los temores sobre injerencias extranjeras y ponen en duda el respeto estadounidense a la soberanía panameña.
Estas afirmaciones no ocurren en un vacío. Se enmarcan en una estrategia discursiva que busca reposicionar a Estados Unidos como potencia dominante en su "patio trasero", un lenguaje heredado de la Doctrina Monroe y que tensiona los equilibrios regionales. La sombra de Roosevelt vuelve a emerger en el lenguaje de Trump.
La situación se complica tras un reciente memorándum de entendimiento firmado entre Panamá y EE. UU. El acuerdo permitiría el regreso de tropas estadounidenses a antiguos emplazamientos militares. El gobierno panameño ha defendido el pacto como una medida de cooperación en seguridad regional, pero sectores críticos lo interpretan como un retroceso en materia de independencia nacional.
Los opositores temen un regreso al estatus de "república tutelada". El lenguaje ambiguo del memorándum y la falta de transparencia en su negociación alimentan las sospechas de que Washington busca recuperar presencia militar permanente en la región, bajo el pretexto de frenar el avance de China.
El recuerdo de la separación de 1903 sigue siendo un punto sensible en la memoria colombiana. En Panamá, en tanto, hay una división entre quienes ven con buenos ojos la colaboración con Washington y quienes advierten sobre una posible pérdida de soberanía efectiva.
La postura oficial de Colombia ha sido prudente, pero el resentimiento histórico permanece. El nuevo contexto geopolítico ha reactivado debates sobre el papel de Estados Unidos en la región y sobre los límites de su influencia frente a los cambios multipolares del siglo XXI.
La historia de la separación de Panamá no es solo un episodio del pasado, sino un espejo del presente. El uso estratégico del canal, las alianzas militares y las rivalidades globales vuelven a poner a Panamá en el centro de la disputa por la influencia en América Latina.
Mientras Trump reactiva fantasmas de intervenciones pasadas, el legado de Roosevelt se hace presente. Panamá se encuentra en una encrucijada entre la defensa de su soberanía y la necesidad de asegurar su estabilidad económica y política en un mundo cada vez más polarizado.