30/05/2025 - Edición Nº843

Internacionales

Crimen organizado

Niños al servicio del narco: la nueva generación de sicarios en México

28/05/2025 | Un informe de Reuters revela cómo los cárteles mexicanos reclutan a menores para convertirlos en asesinos, aprovechando su vulnerabilidad y la impunidad legal.



En un México profundamente marcado por la violencia y la desigualdad, los cárteles del narcotráfico han encontrado una cantera macabra: los niños. Decenas de miles de menores son utilizados por organizaciones criminales como mensajeros, vigías, mulas o incluso sicarios.

La edad promedio de ingreso al mundo criminal ronda los 12 años, aunque hay casos documentados desde los seis. El sistema de captación es tan sutil como brutal. Las redes sociales, los videojuegos, el entorno familiar y la pobreza estructural son las principales herramientas de los reclutadores. Los llaman "pollitos de colores", una metáfora perversa para aludir a su supuesta ductilidad y utilidad.

De la calle al crimen

Uno de los testimonios más estremecedores es el de "Sol", una joven que fue reclutada a los 9 años mientras vendía chicles en la calle. A los 12 participó en su primer secuestro, que culminó en tortura y asesinato.

Adicta a la metanfetamina desde antes de cumplir los 10, fue arrestada a los 16 y pasó tres años en un centro de detención juvenil. Hoy, con 20, intenta reconstruir su vida en un programa de rehabilitación.

El relato de Sol no es aislado. Fueron entrevistados a 16 menores con historias similares, en distintas regiones del país. Algunos de estos son reclutados por familiares, otros por vecinos o amigos de la escuela. La lógica es siempre la misma: una mezcla de necesidad, coacción y promesas falsas de dinero y respeto.

La impunidad como incentivo

Uno de los principales factores que explican este fenómeno es la impunidad. Por su edad, los menores suelen recibir penas reducidas o incluso evitan la prisión, lo que los convierte en activos valiosos para los cárteles. Esta situación, lejos de disuadir el reclutamiento, lo alienta.

La ausencia de un marco legal adaptado a esta problemática y la escasez de programas estatales de rescate y reinserción agravan el panorama. Las fiscalías locales, desbordadas por la violencia generalizada, rara vez investigan estos casos con la debida profundidad.

La cultura del narco y el fracaso institucional

La cultura narco también cumple un rol clave. En muchas comunidades, ser parte del cártel otorga estatus y sentido de pertenencia. Frente a un Estado ausente, el crimen organizado ofrece una forma distorsionada de futuro.

Organizaciones sociales y expertos en infancia vienen denunciando este problema desde hace años. La voluntad política, sin embargo, sigue siendo escasa. Las iniciativas de prevención son fragmentarias, insuficientes y mal financiadas.


Más de 300 menores de edad viven en situación de calle en Guadalajara.

Una generación perdida

El reclutamiento de menores por parte de los cárteles no es un fenómeno nuevo, pero está alcanzando niveles alarmantes. La normalización de la violencia, la pobreza estructural y el debilitamiento del Estado han creado un cóctel perfecto para que miles de niños pierdan su infancia y su futuro.

En este contexto, abordar el problema exige algo más que represión. Se requiere una política integral que combine educación, salud mental, oportunidades laborales para las familias y una reforma judicial que contemple los matices de la infancia vulnerada por el crimen.