30/05/2025 - Edición Nº843

Internacionales

Crisis africana y diplomacia argentina

Annobón no quiere ser argentina: busca el reconocimiento de su independencia frente a la dictadura más longeva del mundo

28/05/2025 | La isla africana se declaró soberana tras décadas de represión en Guinea Ecuatorial. El pedido al gobierno de Javier Milei no fue una anexión, como viralizaron las redes, sino un llamado de auxilio político. ¿Por qué mira a Argentina?



Durante las últimas horas, un nombre desconocido para muchos argentinos comenzó a viralizarse en redes sociales: Annobón. Algunos memes hablaban de una anexión insólita, de la expansión del “Imperio argentino” en Africa o de unas “Nuevas Malvinas” en el Golfo de Guinea. Pero la historia detrás de esta pequeña isla africana no es un chiste ni una fantasía: es una denuncia urgente contra una de las dictaduras más brutales del mundo, y un llamado a la solidaridad del pueblo argentino.

Annobón es una isla volcánica de apenas 17 kilómetros cuadrados, situada frente a las costas atlánticas de África central. Aunque en los mapas aún figura como parte de Guinea Ecuatorial, el pueblo annobonés lleva años resistiendo a la opresión del régimen de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, el dictador más longevo del planeta, en el poder desde 1979.

Desde 2022, Annobón proclamó su independencia y se autodeclaró República soberana, denunciando violaciones sistemáticas a los derechos humanos, represión militar, saqueo ambiental y abandono estatal. Sin embargo, lejos de cesar, la represión se profundizó. En la isla hay denuncias de secuestros, torturas, desapariciones forzadas y un apagón total de comunicaciones desde junio de 2024, que el régimen impuso para evitar la difusión internacional de los crímenes.

El rol de Argentina

En este contexto, el gobierno provisional de la República de Annobón envió recientemente una carta formal al presidente Javier Milei solicitando el reconocimiento diplomático de su soberanía. No pidieron integrarse a la Argentina, como sugirieron versiones erróneas en redes, sino algo más elemental: que se escuche su grito de auxilio, y que un país con trayectoria en la defensa de los derechos humanos como el nuestro, tome una postura frente a su drama.

Orlando Cartagena Lagar, primer ministro annobonés, visitó Buenos Aires en semanas recientes para reunirse con organizaciones de derechos humanos y enviar un mensaje claro: “Agradecemos el cobijo que recibimos del pueblo argentino. Pedimos al gobierno que no mire para otro lado. Lo que pasa en Annobón es una tragedia silenciada. Necesitamos reconocimiento y solidaridad.”

La comunidad annobonesa en el exilio también señala un vínculo histórico olvidado: en tiempos coloniales, Annobón formó parte de rutas que pasaban por el Virreinato del Río de la Plata. Además, aseguran que ven en la Argentina una referencia ética: un país que supo juzgar dictaduras, construir memoria y liderar en la defensa de los derechos humanos.

Brutalidad en la sombra

Según Amnistía Internacional y la Human Rights Foundation, la situación en Annobón es crítica: detenciones arbitrarias, desalojos, destrucción de viviendas, contaminación del agua por explosiones militares y censura absoluta. La isla está incomunicada y sólo se conocen denuncias por filtraciones en redes satelitales, muchas veces con ayuda desde la diáspora en Europa y Sudamérica.

Las protestas en la isla han sido respondidas con más represión. Activistas, médicos y hasta líderes religiosos han desaparecido sin rastro. La dictadura de Obiang niega todo y mantiene un control férreo sobre los medios y organismos judiciales.

¿Y ahora?

El gobierno argentino, hasta el momento, no emitió ningún comunicado oficial sobre el caso. La Cancillería que dirige Gerardo Werthein permanece en silencio, a pesar de haber recibido el pedido formal. El caso representa un dilema para la política exterior de Milei: ¿puede Argentina desentenderse de un pueblo que apela a su tradición democrática, cuando tanto se habla de libertad, república y derechos?

Lo de Annobón no es una anécdota, ni una provocación en redes. Es la historia de un pueblo africano que, tras siglos de explotación y décadas de dictadura, decidió tomar su destino en sus manos. En este escenario, Argentina tiene la posibilidad -y quizás la responsabilidad- de marcar la diferencia. Escuchar a Annobón no implica cambiar mapas ni abrir embajadas: implica, simplemente, honrar los valores que alguna vez supimos defender.