31/05/2025 - Edición Nº844

Internacionales

Diplomacia, dictadura y doble vara

Por qué Annobón no es Malvinas: la independencia que incomoda a Milei y que África quiere silenciar

30/05/2025 | Mientras Javier Milei grita “libertad” en foros internacionales, su cancillería guarda silencio ante la represión brutal en Annobón, una isla africana que se declaró independiente y fue amenazada por la Unión Africana. ¿Por qué el caso no se parece en nada a Malvinas, y qué esconde el giro diplomático argentino?



La isla de Annobón, un paraíso africano con historia de esclavitud y resistencia, alzó la voz por su independencia, pero encontró en Javier Milei y su canciller Gerardo Werthein un aliado incómodo del opresor. En lugar de defender los derechos humanos, el gobierno argentino optó por el silencio cómplice frente a la dictadura de Teodoro Obiang Nguema, la más longeva del planeta. El motivo es tan oscuro como geopolíticamente cínico: la Unión Africana amenazó a la Argentina con retirarle el apoyo en organismos internacionales si reconoce la violación sistemática de derechos humanos en la isla. Así, mientras el oficialismo se llena la boca hablando de libertad, avala en silencio una tiranía. Y no, Annobón no es Malvinas.

Dos historias, dos lógicas. La comparación entre Malvinas y Annobón es falaz, interesada, y peligrosa. El caso argentino en el Atlántico Sur responde a una ocupación colonial forzada por el Reino Unido en 1833, donde se expulsó por la fuerza a autoridades legítimas de un Estado ya independiente. Por eso Naciones Unidas reconoce el conflicto y lo coloca en su agenda de descolonización pendiente, exigiendo negociaciones entre Argentina y el Reino Unido.

En cambio, Annobón fue incluida en el paquete territorial que Guinea Ecuatorial heredó tras su independencia de España en 1968, sin nunca haber tenido la posibilidad de votar su integración ni tener voz propia. Lo que hoy ocurre es una rebelión autóctona contra un régimen que ha convertido a la isla en una cárcel a cielo abierto. La población no es implantada, como los kelpers; son originarios, hablan fa d’ambô, viven en condiciones miserables, y sufren una represión sistemática.


Cartagena Lagar en declaraciones con Realpolitik FM

Nosotros no queremos ser parte de Argentina. Queremos que Argentina escuche que no queremos ser parte de la dictadura que asesina a nuestros jóvenes”, declaró Orlando Cartagena Lagar, primer ministro de Annobón, en diálogo con News Digitales. “No estamos pidiendo anexiones, estamos pidiendo apoyo moral”, añadió.

Orlando Cartagena Lagar, primer ministro de Annobón. 

El silencio que incomoda a la libertad

Los representantes argentinos, encabezados por, han sostenido reuniones con funcionarios de la dictadura de Obiang sin emitir ningún comunicado oficial. Este giro hacia el oscurantismo no solo es contradictorio con la retórica libertaria de Milei, sino que viola la tradición diplomática argentina de defensa de los derechos humanos en el exterior.

En voz baja, desde la Cancillería admiten que el respaldo africano es clave para votaciones multilaterales, y que la presión de la Unión Africana fue directa y concreta: si Argentina llegaba a reconocer la causa de Annobón o denunciaba públicamente los abusos, le retirarían su apoyo en organismos como Naciones Unidas y el Banco Africano de Desarrollo.

El embajador argentino, Juan Ignacio Roccatagliata, negociando con la dictadura de Guinea Ecuatorial.

¿Y si los kelpers fueran negros y pobres?

La pregunta incómoda es inevitable: ¿Qué pasaría si en lugar de británicos blancos con pasaporte europeo, los kelpers fueran afrodescendientes sin agua potable? ¿Sería tan firme el reclamo de autodeterminación británico? ¿Los libertarios defenderían su libertad o mirarían para otro lado?

“La diferencia es clara: los kelpers fueron llevados por una potencia extranjera. Nosotros somos originarios, y no tenemos ni hospitales ni derechos”, remarcó Cartagena Lagar. “Pero para Occidente, nuestros muertos no valen lo mismo”.

Lo que empezó como un delirio geopolítico de redes libertarias, con Javier Milei fantaseando con un “territorio argentino en África” y dejando correr el rumor de un país tricontinental, terminó chocando contra la realidad: Annobón no busca ser parte de Argentina, busca dejar de ser rehén de una dictadura, y ningún pueblo colonizado quiere cambiar un opresor por otro.

El presidente libertario, que soñaba con ser emperador de un país tricontinental, se topó con un hecho incómodo: ni siquiera puede ordenar su propia interna partidaria, menos aún liderar una gesta emancipadora en una isla que no quiere banderas argentinas, sino libertad real.

Mientras tanto, en Cancillería corren a agitar la causa Malvinas como cortina de humo para la fanáticos, con discursos vacíos que nada tienen que ver con el drama de Annobón. Un show para tapar su complicidad. Porque cuando hay que hablar de libertad de verdad, el Gobierno prefiere callar. Y ese silencio, ya no aturde: denuncia.

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