03/06/2025 - Edición Nº847

Internacionales

Libertad y realidad

Venezuela como caso global: lo que Thomas Sowell advirtió al mundo sobre economía y poder

31/05/2025 | El legado del pensador liberal interpela con crudeza el colapso venezolano. ¿Qué enseñanzas pueden rescatarse cuando el daño ya está hecho?



Thomas Sowell no es un académico convencional. A lo largo de más de cinco décadas, escribió más de 30 libros donde abordó temas sensibles como la desigualdad, la pobreza, la educación y la economía desde una óptica radicalmente empírica. Fue, ante todo, un observador escéptico del poder. Su premisa era clara: las buenas intenciones no garantizan buenos resultados. Y pocos países ofrecen hoy un caso tan contundente de esta verdad como Venezuela.

Nacido en la pobreza en Carolina del Norte, Sowell ascendió hasta graduarse en Harvard, luego en Columbia y finalmente obtener un doctorado en la Universidad de Chicago, bajo la influencia de Milton Friedman. A diferencia de muchos teóricos, él entendía de cerca lo que es no tener nada, y precisamente por eso desconfiaba de las promesas políticas que sacrifican libertad a cambio de supuesta justicia social.

1. El mito del control estatal como salvación

En su obra Conocimiento y decisiones, Sowell desmonta la idea de que los gobiernos pueden planificar eficientemente desde el centro. Argumenta que la información dispersa en millones de decisiones individuales no puede ser reemplazada por la voluntad de una élite burocrática.

Venezuela apostó precisamente por lo contrario. Desde 2003 impuso controles de precios, de cambio y estatizó más de 1.200 empresas. En teoría, eso era para proteger al pueblo; en la práctica, la producción agrícola cayó más del 60%, la inflación superó el 200% en 2025 y el desabastecimiento se convirtió en una forma de vida. La advertencia de Sowell era precisa: "Los precios son señales, y destruir las señales destruye la economía".

2. Propiedad privada: la base de la responsabilidad

Uno de los pilares del pensamiento de Sowell es que la propiedad privada no solo genera riqueza, sino que crea responsabilidad y planificación a largo plazo. Cuando los individuos poseen bienes, tienen incentivos para usarlos eficientemente.

En Venezuela, las expropiaciones desincentivaron la inversión local y extranjera. Según la Cámara de Comercio de Caracas, más del 70% de los empresarios que permanecen en el país no planean reinvertir sus ganancias. En el campo, la inseguridad jurídica ha sido devastadora: muchas de las tierras expropiadas terminaron improductivas. Sowell lo resumía así: "La propiedad diluida es propiedad mal gestionada".

3. Incentivos y consecuencias

En Economía básica, Sowell afirma que toda política debe ser evaluada por los incentivos que crea y las consecuencias que genera, no por sus intenciones declaradas. Un ejemplo claro es el salario mínimo. Aunque suele presentarse como un beneficio directo a los trabajadores, cuando se establece por encima de la productividad real, destruye empleos.

En Venezuela, el salario mínimo fue fijado por decreto en 130 bolívares (menos de 4 dólares) durante más de un año, congelado mientras la inflación lo pulverizaba. Al mismo tiempo, los controles laborales impidieron que las empresas ajustaran su nómina. Resultado: más del 50% de la fuerza laboral trabaja en la informalidad, y muchos jóvenes abandonan el país buscando oportunidades reales.


Economía básica, Thomas Sowell.

4. Educación económica como vacuna contra el populismo

Sowell insistía en que la ignorancia económica hace a las sociedades vulnerables a narrativas peligrosas. Sin comprender conceptos básicos como oferta y demanda, inflación o productividad, el ciudadano queda a merced de líderes que prometen lo imposible.

Durante años, el discurso oficial en Venezuela culpó a "la guerra económica" o a las sanciones de todos los males. Pero como señalaba Sowell: "La primera lección de la economía es la escasez. La primera lección de la política es ignorarla". Hoy, el país enfrenta un empobrecimiento estructural que no puede revertirse con propaganda. Requiere claridad, responsabilidad y conocimiento real.

5. Competencia y mercados abiertos

La idea de que los mercados son imperfectos no significa que el Estado deba reemplazarlos, sino mejorarlos asegurando competencia y reglas claras. Sowell defendía la competencia como la herramienta más poderosa para proteger al consumidor, mejorar calidad y bajar precios.

En Venezuela, los monopolios estatales controlan sectores clave como electricidad, agua, gasolina y telecomunicaciones, pero ofrecen servicios colapsados, tarifas distorsionadas y corrupción endémica. Sin competencia, sin presión de resultados, el deterioro es inevitable.

¿Qué haría Sowell ante Venezuela?

Thomas Sowell no fue profeta, pero sus advertencias resuenan con fuerza en el drama venezolano. No porque tuviera todas las respuestas, sino porque entendía que las decisiones económicas tienen consecuencias, y que ningún pueblo puede prosperar si le niegan la libertad de elegir, de comerciar y de pensar.

Venezuela es hoy un espejo de lo que ocurre cuando se ignoran esas premisas. Recuperar el país exige menos ideología y más humildad intelectual. ¿Qué debería hacer el actual gobierno —o cualquier otro que asuma el poder— si realmente quisiera enmendar el rumbo? En línea con Sowell, la prioridad es restaurar la confianza institucional, permitir que el mercado funcione, y limitar la arbitrariedad del Estado. Eso significa garantizar la propiedad privada, levantar gradualmente los controles que asfixian la producción, y fomentar la competencia con reglas claras, incluso en un entorno de sanciones.

Las sanciones externas complican el panorama, pero no justifican la inercia interna. Un país puede atraer inversiones, incluso bajo restricciones, si ofrece señales claras de apertura, legalidad y racionalidad económica. La lección de Sowell es clara: la libertad económica no es una ideología, es una condición previa para salir del colapso. Y, como también decía, "no hay soluciones perfectas, sólo hay decisiones con costos".


Thomas Sowell es su juventud. 

Una humilde reflexión 

Pero no es suficiente con arreglar la economía. También es necesaria una disposición política auténtica para construir acuerdos, detener la ola de detenciones arbitrarias y abrir canales de negociación con garantías. Eso incluye la liberación inmediata de personas que permanecen presas por motivos políticos: jóvenes con un gran futuro, activistas en delicado estado de salud, y ciudadanos que simplemente han ejercido sus derechos civiles.

La clemencia política y la reconciliación nacional no deben entenderse como concesiones al adversario, sino como condiciones imprescindibles para evitar que Venezuela se convierta en una versión más rígida y cerrada de Cuba, donde el poder se eterniza y la sociedad queda atrapada en un ciclo de deterioro.

Si no se avanza en esa dirección, el conflicto político se profundizará por décadas, y en medio del daño estructural, seguirán siendo los ciudadanos inocentes quienes paguen el precio más alto.

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