
por Rosario Castagnet
Una asunción bajo fuego cruzado El diplomático surinamés Albert Ramdin fue investido como nuevo secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en una ceremonia marcada por la tensión geopolítica. A pesar del reciente crecimiento de la influencia china en la región y la renovada presión de Washington bajo la administración Trump, Ramdin asumió el cargo sin hacer referencia directa a las dictaduras de Venezuela, Cuba o Nicaragua.
Su elección, apoyada por los países del CARICOM, así como por Brasil, México, Colombia, Chile y República Dominicana, representa una reconfiguración de fuerzas dentro del organismo. La ausencia de respaldo estadounidense fue notoria: aunque no bloqueó la candidatura, el Departamento de Estado se mantuvo cauteloso. El propio secretario Marco Rubio manifestó que observará con atención la gestión de Ramdin, enviando señales de desconfianza por parte de la Casa Blanca.
Equilibrios diplomáticos y el factor Trump La elección de Ramdin responde a un complejo entramado diplomático. Con la salida de Luis Almagro, identificado con una línea dura contra los regímenes autoritarios, sectores de América Latina impulsaron un liderazgo menos confrontativo. En ese contexto, Ramdin, con su historial como excanciller de Surinam y exsecretario adjunto de la OEA, emergió como un candidato de consenso, especialmente entre los países del Caribe.
Sin embargo, el nuevo escenario geopolítico impone desafíos. El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos implica una visión más intervencionista hacia los organismos multilaterales. Aunque su administración evitó oponerse abiertamente a la elección, Washington apuesta por una política de presión indirecta para evitar que la OEA se convierta en un foro inoperante.
Prioridades ambiguas y foco en Haití En su primer discurso oficial, Ramdin evitó cualquier mención explícita a la situación política en Venezuela, Cuba o Nicaragua, lo que generó críticas entre sectores democráticos que esperaban una posición más firme. El nuevo secretario general se limitó a declarar que se continuará "dando seguimiento a la evolución" en esos países, sin comprometer acciones concretas.
📢 Declaración del Secretario General Albert R. Ramdin al comienzo de su mandato @SG_OEA_OAS
— OEA (@OEA_oficial) May 26, 2025
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En contraste, centró su atención en Haití, al que calificó como el país más crítico del hemisferio en materia de derechos humanos, seguridad y gobernanza. Propuso que la OEA encabece una hoja de ruta integral para asistir a la nación caribeña, tanto en el ámbito de seguridad como en reformas institucionales. También destacó su compromiso con temas como la equidad de género, la crisis climática, la migración y la sostenibilidad institucional.
El dilema institucional de la OEA La llegada de Ramdin ocurre en un momento en que la OEA atraviesa un evidente desgaste institucional. Las divisiones internas, las críticas por su inacción ante crisis democráticas y la dependencia económica de Estados Unidos han puesto en duda su relevancia. La salida de Almagro dejó una organización debilitada, pero con margen para redefinir su papel regional.
El enfoque más conciliador de Ramdin podría facilitar el diálogo con gobiernos reacios a alinearse con Washington, aunque también puede ser interpretado como una concesión a los regímenes autoritarios. La gran incógnita es si logrará sostener la autoridad moral de la OEA sin caer en silencios diplomáticos que socaven su legitimidad.
Reacciones divididas en el continente Gobiernos como los de Argentina y Paraguay se mostraron distantes del proceso de elección. La retirada del canciller paraguayo Rubén Ramírez Lezcano, respaldado por sectores alineados con la política exterior de Trump, allanó el camino para Ramdin, pero también reveló el escaso consenso real entre los Estados miembros.
Albert Ramdin @SG_OEA_OAS assumes office as #OAS Secretary General#WelcomeRamdin
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En Estados Unidos, voces como la del secretario Rubio manifestaron preocupación por el posible rumbo "blando" de la OEA. Por su parte, organizaciones defensoras de los derechos humanos advirtieron que la ausencia de una postura firme ante regímenes autoritarios podría derivar en impunidad y retrocesos democráticos en la región.
Análisis: ¿consenso o claudicación? La llegada de Ramdin podría inaugurar una OEA más dialogante, dispuesta a equilibrar las diversas agendas regionales. Sin embargo, también plantea el riesgo de una claudicación en la defensa activa de los derechos fundamentales, si se insiste en una ambigüedad estratégica frente a gobiernos como los de Maduro o Díaz-Canel.
En un hemisferio polarizado, atravesado por los intereses de potencias globales como China, Rusia y Estados Unidos, la capacidad de la OEA para actuar con coherencia será crucial. La presión de la administración Trump será constante: busca impedir que la OEA se diluya en burocracia bajo el pretexto del consenso.
La gestión de Ramdin estará definida por esa tensión permanente entre el pragmatismo diplomático y la defensa de principios democráticos. El desafío está planteado. El tiempo, y los hechos, dirán si la organización recupera peso regional o si se diluye en medio del nuevo tablero hemisférico.