
La ironía se exporta: Argentina, país amigo de las dictaduras. Mientras Javier Milei recita su mantra de “libertad, carajo” en cada cumbre internacional, su política exterior encabezada por su Cancilería parece tener otros códigos cuando las cámaras se apagan. En una escena digna de diplomacia escolar, Argentina envió a uno de sus embajadores de carrera a estrechar manos con uno de los dictadores más longevos del mundo, en una visita silenciosa, sin comunicado oficial, pero con fotos que hablan por sí solas.
El protagonista del episodio es Juan Ignacio Roccatagliata, actual embajador ante la Unión Africana, que entregó una “nota verbal” al régimen de Teodoro Obiang, en nombre de la Cancillería argentina. ¿El objetivo? Según fuentes diplomáticas, “reforzar la cooperación bilateral”. Pero la única cooperación visible fue con el aparato de propaganda del régimen.
La visita no fue anunciada por el Gobierno argentino. No se publicó ni un tuit, ni un parte oficial, ni una línea en los medios nacionales. En cambio, la dictadura africana lo celebró públicamente, mostrando imágenes del embajador argentino sonriente, relajado, estrechando manos con altos funcionarios del régimen, acompañado por la bandera nacional y sin una sola expresión de distancia diplomática.
La visita del Embajador #Juan Ignacio #Roccatagliata, es el testimonio del firme compromiso de la República Argentina de seguir fortaleciendo las excelentes relaciones de amistad con Guinea Ecuatorial, como dos países hispanohablantes y del Sur global. pic.twitter.com/W9bsz1YGU2
— Embajada Guinea Ecuatorial en Etiopía (@guinea_en50642) May 15, 2025
El gesto diplomático fue aún más ofensivo por su contexto político: Guinea Ecuatorial lleva adelante una represión brutal contra la isla de Annobón, que en 2022 declaró su independencia simbólica y desde entonces sufre detenciones arbitrarias, apagones y persecución política. Paradójicamente, su primer ministro había pedido ayuda a la Argentina meses atrás, denunciando la situación humanitaria en la isla. Pero el embajador argentino se reunió solo con los opresores, ignorando por completo el reclamo annobonés.
Según trascendidos internos, Roccatagliata mencionó el tema Annobón minimizando el tema, restando importancia y asegurando impunidad y apoyo a la dictadura más longeva del mundo. Incluso no habría pedido garantías democráticas, ni hablado de derechos humanos. ¨Son palabras prohibidas con esta clase de países¨. Su función fue, simplemente, entregar la nota verbal, ¨calmar al régimen¨, llevarles vino argentino de regalo y sonreír para la foto. La escena recuerda más a un trámite consular que a una acción diplomática. Pero en este caso, el silencio se convirtió en complicidad.
Más allá de su formación, títulos y trayectoria, Roccatagliata demostró que la experiencia no reemplaza el olfato político. Un embajador no es un mayordomo de protocolo. Si no comprende los símbolos de sus actos, termina representando un sello, no a una nación.
Mientras en Argentina se discute si hay que dolarizar la economía, los diplomáticos oficialistas parecen estar dolarizando el ridículo. ¿En nombre de qué intereses se legitima a un régimen autoritario? ¿Cuál es el precio de traicionar los valores democráticos por un apretón de manos?
Juan Ignacio Roccatagliata visitó al embajador de la dictadura, Miguel Ntutumu Evuna Andeme, en su sede diplomática.
Porque si la libertad es solo para los discursos, y la política exterior se reduce a gestos burocráticos, entonces Argentina ya no exporta valores: exporta ironías. Y las importaciones que recibe —foto con dictadores incluida— son cada vez más vergonzosas.