04/06/2025 - Edición Nº848

Opinión


Movilización para el 3 de Junio

Marilina Bertoldi, Emilia Mernes, Ni Una Menos y los Jubilados

03/06/2025 | A diez años del primer "Ni Una Menos", el feminismo enfrenta una nueva encrucijada: resistir el avance de un individualismo libertario que vacía de contenido las luchas colectivas y reencontrarse con su raíz igualitaria en alianza con otros sectores excluidos.



Mientras Marilina Bertoldi y Emilia Mernes discuten entre sí qué es una mujer empoderada hoy se cumplen 10 años de la primera movilización Ni Una Menos en repudio y reclamo por los femicidios y la violencia de género hacia las mujeres. Esa primera movilización fue el comienzo del crecimiento exponencial en Argentina del último movimiento político igualitarista realmente vital: el feminismo. Lo que el peronismo y el kirchnerismo se mueren hoy por tener, lo tuvo por última vez el feminismo como nadie desde 2015 hasta acá: gente realmente convencida y dispuesta a movilizarse por sus ideas. Como nadie hasta la llegada del mileísmo. Hoy, en un giro paradójico, el feminismo enfrenta su propia encrucijada: el mismo año en que celebra una década de lucha, el sector antiigualitario se revitaliza bajo el disfraz libertario. El "mi cuerpo, mi decisión" mutó en "mis dólares, mi decisión", y la promesa de libertad para mujeres y disidencias se ve distorsionada por un individualismo feroz que neutraliza cualquier proyecto colectivo.

Pero la marcha este año no ha sido el 3 de junio como siempre sino hoy en el marco de las protestas que todos los miércoles los jubilados de Argentina realizan enfrente del Congreso. El viejo debate sobre la participación de hombres en la marcha parece trivial frente a la urgencia: los mismos que recortan jubilaciones son los que desfinancian programas contra la violencia de género. Barras bravas y feministas en alianza: algo que en 2017 o 2019 hubiera sido impensado. 

El acercamiento del colectivo Ni Una Menos a los jubilados es el gesto crucial para poder pensar un feminismo más allá del neoliberalismo. No solo porque es la respuesta contundente a un feminismo liberal que, en su obsesión por el mérito individual, olvida que el 70% de las adultas mayores una jubilación por debajo de la línea de pobreza y que las políticas en contra de la víctimas de violencia de género sobreviven a duras penas por falta de presupuesto. En la medida que la diferencia de género representó en el siglo XX una diferencia de acceso al empleo formal registrado evidentemente el sistema de jubilaciones es en sí mismo reflejo de las desigualdades de género. En ese sentido la jubilación de amas de casa fue, quizás, la medida política feminista más importante del kirchnerismo. Implicó el reconocimiento retroactivo que el mercado laboral pagaba de forma muy distinta algunos trabajos y que esos trabajos suelen estar en términos estadísticos diferenciados por género. 

La famosa interseccionalidad parece ser la única salida posible a la neutralización individualista del feminismo. Lejos de ser una mera suma de reclamos, esta unidad representa la única posibilidad de, por un lado, reconstruir un feminismo igualitarista que sea vital y, por el otro, forjar un antineoliberalismo que pueda oponerse el tecno optimismo libertario individualista sin caer en un tradicionalismo conservador. Esto es aún más urgente si tenemos en cuenta que durante estos dos últimos años se ha intentado construir, sin éxito, un alternativa “anti woke” al mileísmo. Todo estos intentos solo están destinados a fracasar porque no registran el carácter masivo y vital que tuvo en el pasado el feminismo y su capacidad de movilización. 

Uno de los flyers que convocan a la movilización