
por Fercho Domínguez
Las apuestas son una práctica arraigada en la cultura humana, con un origen tan remoto como el juego mismo. Tienen sus orígenes en la antigua Grecia y un desarrollo marcado en el Imperio Romano, donde se apostaba en los combates de gladiadores y las carreras de carros de caballos.
A partir de la Edad Media, surgen más eventos en los que apostar, como las peleas de caballeros y también versiones rudimentarias de juegos similares a lo que en la actualidad se conocen como golf, rugby o el criquet. Sin embargo, es fundamental hacer la distinción que hasta este momento histórico, se trata de juegos y no de deporte, en tanto una actividad competitiva, reglada e institucionalizada.
Con los cambios ocurridos en el deporte inglés en el siglo XVIII, surgieron y se difundieron varios de los elementos del deporte moderno tal como lo conocemos hoy. En este sentido, las carreras de caballos fueron clave. A finales del siglo XVI aparecieron métodos refinados para comparar el rendimiento de los caballos deportivos, que motivaba que los propietarios y espectadores más perspicaces apuesten sobre los resultados.
Más tarde, proliferaron distintas modalidades de carreras, se introduce la figura del jockey y se comienzan a organizar de tal forma que las pudieran seguir cada vez más gente. Un público numeroso pagaba su derecho de admisión y el público se interesó por los resultados gracias al atractivo de las apuestas.
Aunque apostar no era algo nuevo, la evolución de las apuestas en la sociedad pre industrial inglesa, era algo sin precedentes históricos hasta el momento. La apuesta deportiva inglesa está muy lejos de la idea del puro azar, como en el caso de la lotería, o de la confianza en el destino como en la Edad Media.
Los primeros apostadores ingleses creían que sus propias estimaciones de los caballos eran más “científicas” y más objetivas, y por consiguiente, superiores a la de los apostadores rivales.
Los espectadores especulaban y querían sacar ventajas en base a su apreciación previa, en un evento cuyo desenlace era imprevisible. A fines del siglo XVIII, surgen en Inglaterra lo que sería el inicio de las casas de apuestas como locales físicos en los que las personas apostaban y con el tiempo comienzan a tener una gran popularidad y expandirse por la región.
También, como se ve en la famosa serie Peaky Blinders de Netflix, existían corredores que estaban dispuestos a todo para ganar una buena cantidad de dinero. En esa tira de ficción, se puede ver cómo en el origen mismo de las apuestas está el componente de la ilegalidad y el amaño de eventos deportivos.
La llegada del siglo XX trajo consigo avances tecnológicos que transformaron el mundo de las apuestas deportivas. En la década de 1960, se abrió la primera casa de apuestas legal en Las Vegas, Estados Unidos. Esto marcó el inicio de la legalización de las apuestas deportivas en varios estados, aunque todavía había restricciones y regulaciones estrictas. Durante el siglo XX en general se observa una gran expansión en Europa. A partir de la década de 1990, la expansión de internet cambió todo y sentó las bases de la transformación de las apuestas en una industria multimillonaria de alcance global.
(*) Coautor de "Las apuestas deportivas y la amenaza al fair play", trabajo ganador de la edición argentina 2023 del Programa de Derecho y Management Deportivo del CIES-FIFA.